Chicago, 1916. Tras discutir con su capataz, al que golpea causándole probablemente la muerte, Bill (Richard Gere) decide huir y emigrar junto a su novia, Abby (Brooke Adams), y su hermana pequeña, Linda (Linda Manz), hacia los grandes latifundios de Texas, donde serán contratados como jornaleros temporeros por un granjero rico (Sam Shepard).
No ocultaré la profunda admiración que profeso hacia Terrence Malick, al que considero el director más importante del cine norteamericano moderno. Sólo él, de entre sus compatriotas coetáneos, ha conseguido crear un lenguaje propio e intransferible, entendiendo por lenguaje la conjunción de una serie de elementos formales, narrativos y de contenido que se repiten de un modo constante en todas las obras de un autor.
Hay muchos cineastas que tienen estilo, pero son pocos los que poseen un lenguaje verdaderamente personal; y Malick es, qué duda cabe, uno de ellos. Sus películas gustarán más o menos, pero lo que nadie puede poner en tela de juicio es que estamos ante un director que, a la hora de crear, siempre ha sido consecuente con sus convicciones estéticas y conceptuales.
El carácter contemplativo de sus filmes y el afán poético de los mismos, convierten a Malick en un artista más cercano a directores europeos como Tarkovsky o Erice que al resto de los miembros que en su momento constituyeron el llamado Renacimiento de Hollywood (Spielberg, Scorsese, Coppola, Lynch…).
Su hasta el momento reducida filmografía, gravita en torno a dos grandes temas: la pérdida de la inocencia y el retorno al paraíso perdido.
Siguiendo los postulados del filósofo alemán Martin Heidegger, en su cine el hombre sólo puede ser en el mundo, con el que conforma un todo existencial, de ahí la íntima relación que en sus obras se establece entre el ser humano y su marco natural, al que filma con un nivel de detalle y agudeza asombrosos.
Su narrativa elíptica, que no descuidada, se aleja de los cánones clásicos y se pone al servicio de un cine eminentemente visual, heredero del período silente, primando siempre la imagen sobre la palabra, que suele puntear el relato siendo utilizada, en muchas ocasiones, mediante el recurso narrativo de la voz en off.
Todo lo comentado lo encontramos en Días del cielo, su segunda película tras la impactante ópera prima que supuso Malas tierras (Badlands, 1973).
Se trata de un filme de singular y arrebatadora belleza, una tragedia embargada de un extraño lirismo que la recorre de principio a fin embelesando nuestros sentidos. Al igual que en Badlands, es la voz en off de una niña la que nos introduce y acompaña a lo largo de una historia con triángulo amoroso en la que nuevamente tienen cabida el crimen y la huida.
En el cine de Malick sus personajes regresan al paraíso perdido (las denominadas “malas tierras” de Dakota del Sur y Montana en Badlands, la isla de Guadalcanal en The Thin Red Line, la Virginia del siglo XVII en The New World o las grandes extensiones para el cultivo de cereal de Texas en la cinta que ahora nos ocupa) para purgar sus pecados, al contrario de lo que sucedía con el Caín bíblico, que era expulsado del Edén tras pecar. No obstante, esa naturaleza casi virginal siempre vuelve a ser manchada por los crímenes de un hombre que sigue perdido en la búsqueda de su sentido existencial.
Fotografiada de un modo sublime por el español Néstor Almendros, que ganó el Oscar por su excepcional trabajo, Days of Heaven nos regala un sinfín de imágenes para el recuerdo: esa gran casa que parece salida de un cuadro de Hopper presidiendo unos campos de cultivo en los que sólo su monumental estructura nos advierte de la presencia humana, los vagones de tren infectados de personas que buscan trabajo para poder llevarse algo a la boca, las innumerables espigas de trigo mecidas por el viento, la bíblica plaga de langostas que se produce casi al final... todas ellas generadas por la inspirada visión poética de su director.
Tras esta magnífica película, Malick rechazaría dirigir El hombre elefante, marchándose a vivir a Francia, y permaneciendo inactivo durante un par de décadas para regresar a finales de los noventa con La delgada línea roja: el filme bélico más complejo, hermoso y profundo de la historia del cine.
Que tal camarada, como bien afirmas el cine de Malick no es apto para todos los públicos, es un cine sin concesiones, muy personal, profundamente lírico y existencialista.
ResponderEliminarDe su corta filmografía sólo conozco "Badlands" y "la delgada linea roja". La primera me encantó y la segunda me gustó menos sin dejar de ser una buena película. "Días del cielo" la tengo en el disco duro, esperando su momento... porque al igual que el cine de Bergman las escasas "perlas" que produce Malick también precisan encontrar su momento.
Un saludo y buena entrada.
Hola, David:
ResponderEliminarEs evidente que el cine de Malick se aleja de cualquier tipo de convención, sobre todo si lo comparamos con lo que hacen sus colegas de Hollywood. Además, su ritmo pausado y sus aspiraciones poéticas y filosóficas, lo convierten en una "rara avis" dentro del panorama cinematográfico norteamericano de las últimas décadas. "Malas tierras" me parece una de las mejores óperas primas de la historia del cine. Creo que su lenguaje es cada vez más depurado y maduro, y es por ello que considero que sus dos últimos filmes son los más conseguidos de su filmografía. Veremos lo que nos ofrece con su esperada "Tree of Life", que se estrena este 2011.
Gracias por tu comentario.
Un saludo, camarada cinéfilo.
Que sepas que me estoy divirtiendo muchísimo con este blog.
ResponderEliminarImpresionante todo el artículo donde has descrito a la perfección lo que es "Días del cielo". Creo, y con razón, que es una película poco vista.
Solo pondría un pero, que no hagas alusión a la extraordinaria banda sonora de Ennio Morricone (sin esa música el filme no sería ni de lejos el mismo).
Me encanta la Obra de Terrence Malick en general, pero debo revisar "El nuevo mundo" (me cabree muchísimo, me dormí).
Las críticas de "To the wonder" no son nada halagüeñas, ya veremos, la espero con impaciencia (o no).
Malick es junto con Kubrick mi director de cine favorito pq. considero que conciben el cine como Arte.
Salu2.
Hola, Fransico:
EliminarLa diversión es mutua, ya que me encanta debatir con lectores que comparten mi pasión por el cine. Me alegra que te haya gustado el artículo que en su día dediqué a esta gran película, pese a no referirme en él a la exquisita música de Morricone.
Siempre he sido un defensor acérrimo de Terrence Malick, cineasta en verdad genial. Te recomiendo que revises "El nuevo mundo", para mí una indiscutible obra maestra.
Habrá que esperar al estreno de "To the wonder" para poder opinar, aunque es cierto que las críticas la han tratado bastante mal.
Un cordial saludo.
Ya he revisado "El nuevo mundo" pero aunque me ha gustado bastante más que la primera vez que la ví, me sigue pareciendo la peor película de su autor. Lo que creo que hace Malick en esta película es un ejercicio de estilo (su estilo) llevado al límite, tan al límite que creo que se pasa. No encuentro palabras para describir mi decepción. Mi memoria la olvida segundo a segundo.
EliminarDe lo que sí me he percatado es lo pesimista que es Terrence Malick sobre la duración del amor en las parejas ya configuradas. En todas sus películas ese amor se cercena por una u otra razón.
Espero con impaciencia tu crítica.
Salu2.
Hola, Fransico:
EliminarLamento tu decepción. Coincido contigo en que Malick extrema su lenguaje en "El nuevo mundo" hasta límites hasta entonces nunca alcanzados (con "El árbol de la vida" iría aún más allá), y quizá por eso me guste tanto. Es una obra más depurada y malickiana que sus predecesoras. Intentaré reseñarla próximamente, pese a los palos que sé que me van a caer :)
Un saludo, estimado colega.