Capricho imperial (The Scarlet Empress, 1934) de Josef von Sternberg.


La princesa prusiana Sofía Federica (Marlene Dietrich) es elegida por su rey para contraer matrimonio con el Gran Duque de Rusia Pedro (Sam Jaffe), un botarate destinado a ser Zar. Sin embargo, la joven, que acabará convirtiéndose en Catalina La Grande, se sentirá atraída por el atractivo enviado (John Lodge) de la zarina Isabel (Louise Dresser).


La colaboración entre Sternberg y Dietrich ha legado auténticas joyas a la historia del séptimo arte tales como la cinta que nos ocupa, El ángel azul (Der blaue Engel, 1930), Marruecos (Morocco, 1931), El expreso de Shanghai (Shanghai Express, 1932) o El diablo es una mujer (The Devi is a Woman, 1935).

The Scarlet Empress es un filme sumamente estilizado y barroco, con una puesta en escena caracterizada por el horror vacui en la que el director austríaco pone de manifiesto su extraordinaria formación expresionista.

El guión corre a cargo de Manuel Komroff, que adapta libremente el diario de Catalina II de Rusia. Se trata de un texto cargado de humor, sobre todo en su primera parte, y en el que se economiza la narración con la utilización de intertítulos que aclaran hechos y remarcan el paso del tiempo.


 Resulta muy interesante la evolución del personaje de Dietrich; niña ingenua y soñadora al principio, mujer ambiciosa y sensual al final. Conseguirá atraerse a la Iglesia y al Ejército para derrocar al tarado de su marido, utilizando casi siempre sus indudables encantos sexuales.

A Sternberg no le preocupaba demasiado la veracidad histórica de su película, ya que siempre fue un director de pretensiones estilísticas y visuales. En este sentido nos encontramos ante su obra cumbre, con unos decorados audaces y alocados por su singularidad y dimensiones, sobre los que destaca el magnetismo del rostro de la Dietrich, magistralmente plasmado por la fotografía de Bert Glennon.


Podría resaltar muchas secuencias del filme, pero me quedo con una especialmente encantadora. Me refiero a aquella que se desarrolla un establo, y en la que la hermosa Dietrich, llevándose continuamente pajitas a la boca, intenta inútilmente no caer en los brazos John Lodge, que se las retira una y otra vez hasta que consigue besarla.

Estamos, en definitiva, ante una de las obras estilísticamente más atrevidas y rompedoras del Hollywood clásico, que antecede en muchos aspectos al Eisenstein de Iván el terrible.

1 comentario:

  1. Estimado no podía dejar esta entrada en blanco...
    Probablemente también sea mi favorita de Sternberg, director infravalorado a mi parecer.
    La escena que citas al final, continuada en los dormitorios del ejército, son de érotismo de alto impacto... sólo la Dietrich (dirigida bajo un venerador Sternberg) consigue tanto con "tan poco".

    Saludos!

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