El placer (Le plaisir, 1952) de Max Ophüls.

La película adapta tres cuentos del literato francés Guy de Maupassant: en el primero de ellos, La máscara, un hombre anciano de espíritu noctívago asiste a bailes oculto tras una careta, flirteando con las jóvenes a las que encuentra. El segundo es La casa Tellier, en el que se relata el viaje que llevan a cabo unas prostitutas hacia una zona rural para asistir a la comunión de la sobrina de la madame. El tercero y último es La modelo, donde se narra la relación amorosa que surge entre un joven pintor y su modelo.


Resulta extremadamente complicado, a la par que infructuoso, intentar establecer cuál es la mejor película de Max Ophüls. Filmes como Carta de una desconocida (Letter from an Unknown Woman, 1948), La ronda (La Ronde, 1950), Madame de… (ídem, 1953), Lola Montes (Lola Montès, 1955) o el que ahora nos ocupa, son obras maestras absolutas. Sin embargo, el que escribe estas líneas, tal vez por su admiración hacia la literatura maupassantiana, siente una especial predilección por Le plaisir, una de las cintas más exquisitas y perfectas de la historia del cine.

El carácter efímero de una vida que se consume con el paso del tiempo, es el tema que sirve a Ophüls para articular los tres relatos. En cada uno de ellos asistimos a una pérdida inherente al tránsito vital: la de la juventud en La máscara, donde un antiguo donjuán se resiste a dejar de serlo, ocultando su envejecido rostro y dando rienda suelta a sus esperpénticos pasos de baile con tal de proseguir con el juego del galanteo; la de la inocencia en La casa Tellier, de ahí que las prostitutas lloren al contemplar la ingenuidad y pureza de las niñas que celebran su primera comunión (virtudes que ellas ya perdieron al entrar en contacto con el mundo adulto); y la de la pasión en La modelo, donde se pasa de la ternura e ilusión de los primeros instantes, al hastío y la desgana posteriores que deterioran la relación.

Todo ello aparece revestido de la elegancia y el barroquismo habituales en su director; y de un halo de melancolía que, no por parecer a veces ligero, resulta menos grave.


Ophüls utiliza la voz en off de un ficticio Maupassant, que al principio de la película se sitúa junto al propio espectador en su oscuridad ante la pantalla, para ir presentando e introduciendo, uno a uno, sus propios cuentos.

El uso de la cámara, que más que moverse sobrevuela, es magistral. Con secuencias antológicas como la repentina y estrepitosa entrada en el salón de baile del hombre con la careta y su decadente danza hasta que cae desmayado en La máscara, o el brillantísimo plano secuencia con el que se abre La casa Tellier, con el que se nos presenta a las mujeres en el interior del prostíbulo sin que la cámara ose penetrar en él.

El filme era una de las cintas de cabecera de Stanley Kubrick, por lo que no resultan casuales las reminiscencias que del episodio de La máscara encontramos en Eyes Wide Shut (ídem, 1999), o la forma en la que el director norteamericano filmó el intento de suicidio de Alex en La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), haciendo uso del punto de vista subjetivo de modo muy similar al que Ophüls utiliza cuando la protagonista de La modelo se arroja por la ventana por despecho al rechazo de su amado.


En conclusión, Le plaisir es una hermosísima e inigualable muestra de lo que debe ser una adaptación literaria, heredera de su fuente original pero personal en su traslación a la pantalla.


3 comentarios:

  1. Hola, me parece una buena introducción y narrativa la que haces, veo que no puedo descargarlo, no se si puedas re-subir los archivos, de ante mano gracias.

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  2. Totalmente de acuerdo con tu apreciación sobre la película y sobre Ophüls, sin duda uno de los más grandes directores de la historia del cine. La razón de que normalmente no figuren ni él ni sus películas en esas listas que se hacen de los mejores se me escapa; quizás su vida y carrera cosmopolita desarrollada en varios países ha impedido que sea reivindicado por la crítica como se merece.

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    1. Hola, Ignacion:
      Creo que la no inclusión de Ophüls y sus películas en determinadas listas se debe única y exclusivamente al desconocimiento. No goza de la buena prensa que tienen otros con menos méritos. Mejor para nosotros, que sí sabemos apreciarlo.

      Un saludo.

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