El puente de los espías (Bridge of Spies, 2015) de Steven Spielberg.

“Las causas perdidas son las únicas por las que vale la pena luchar”.
(Mr. Smith Goes to Washington, de Frank Capra)

Años cincuenta. En plena Guerra Fría, James Donovan (Tom Hanks), experimentado abogado de Brooklyn, resulta elegido para defender a Rudolf Abel (Mark Rylance), un presunto espía soviético que podría ser condenado a la pena capital.


Más que interesante incursión de Steven Spielberg, con guión basado en hechos históricos a cargo de Matt Charman y los hermanos Coen, en los conflictos diplomáticos y las contradicciones del Estado norteamericano durante la época de la Guerra Fría. Con sus defectos, casi todos inherentes al estilo y la personalidad del autor de La lista de Schindler (Schindler´s List, 1993), Bridge of Spies se erige, al menos en mi opinión, como el mejor trabajo del director estadounidense desde la infravalorada La guerra de los mundos (War of the Worlds, 2005). La película posee ese aroma a cine clásico del Hollywood de los años cuarenta y cincuenta, del que muy pocos realizadores actuales, si acaso Clint Eastwood y Todd Haynes, además del propio Spielberg, pueden presumir.


El filme comienza de un modo magnífico, con la secuencia del seguimiento y la posterior captura del personaje de Rudolf Abel (excelente interpretación de Mark Rylance) a manos de los agentes de la CIA que rastreaban su pista. Sin duda, uno de los mejores arranques de la filmografía de su director. A continuación, se hace la presentación del personaje principal de la historia, el de Tom Hanks (estupendo, como en él suele ser habitual), un abogado especializado en seguros perteneciente a un prestigioso bufete. Un hombre íntegro, “firme” e idealista, que antepone sus convicciones y valores a todo lo demás, recordando por ello a otros personajes cinematográficos interpretados en el pasado por James Stewart o Henry Fonda, como el Jefferson Smith de Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington, 1939), de Frank Capra. Y es que, por su tono general, en el que se mezclan el drama y el humor, y por ese enfrentamiento entre la honradez del individuo y la podredura de las altas instituciones gubernamentales, El puente de los espías quizá sea la película más cercana al universo Capra que jamás haya rodado Spielberg.  

La primera misión que el gobierno estadounidense encarga a Donovan, y que se corresponde con la primera parte de las dos en las que se estructura el largometraje, es la de ejercer como abogado defensor de Rudolf Abel, “el hombre más odiado de América”, para mostrar así al mundo que en Estados Unidos hasta los espías enemigos tienen derecho a un juicio justo, aunque en realidad todo se trate de una mera artimaña propagandística propia de la política de bloques de la época. La segunda misión, una vez que el proceso judicial contra Abel ha finalizado, consistirá en que Donovan viaje hasta la convulsa Berlín Oriental en tiempos de la construcción del muro, con el objetivo de negociar con representantes de la Unión Soviética un intercambio de prisioneros: Rudolf Abel a cambio de un piloto estadounidense capturado en territorio soviético. La situación, y el trato, se complican aún más cuando un joven estudiante norteamericano es detenido por las autoridades de la República Democrática Alemana, por lo que Donovan tendrá que demostrar sus dotes diplomáticas negociando con unos y y con otros.


A pesar de lo formidable de la realización y de la incuestionable pericia narrativa de Spielberg, el conjunto se ve empañado por culpa de algunos de los tics habituales del cineasta, como cierto maniqueísmo ideológico en la exposición de situaciones (qué diferencia entre el trato que recibe Rudolf en Estados Unidos y el que recibe su homólogo, el espía norteamericano, en territorio soviético), patrioterismo de bandera o innecesarios subrayados visuales (la escena en la que Donovan contempla cómo unos jóvenes alemanes que intentan saltar el muro son asesinados, y su análoga, de naturaleza muy diferente, ya en suelo patrio).

Lo mejor: la entrañable relación que se establece entre Donovan y su impasible defendido, la mencionada secuencia de arranque, y la que tiene lugar, hacia el final, sobre el puente Glienicke.


7 comentarios:

  1. Hola.En fin, más de lo mismo...Este director me encantaba en la infancia; hoy me doy cuenta de que es patético que lo situen entre los mejores de la historia... un saludo

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    1. Hola Cristina,
      Spielberg es un buen director, pero, como apuntas, situarlo entre los mejores cineastas de la historia denota poco conocimiento.

      Un saludo.

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  2. La vi en diciembre y me pareció muy predecible, por lo que se me acabó haciendo lentísima. Aun así, posee algunas escenas llenas de gran tensión narrativa como la del puente que mencionas. También me gustó una escena del final, cuando Tom Hanks está en el tren y mira por la ventanilla recordando los tiroteos en el muro, pero de todas maneras, la película es muy simple y, como dices, muy patriotera.

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    1. Hola Javier,
      Precisamente esa escena del final a la que aludes no me gustó nada. Me parece un subrayado tramposo para implicar emocionalmente al espectador. Muy típico de Spielberg.

      Un saludo.

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  3. Muy buena crítica, algo que no vi en tu gran blog son cosas del cine brasileño, a mi me gustaria muchisimo incursionar en esos temas, tengo agendados vario realizadores como Glauber Rocha y Mario Peixoto entre otros, estaria genial una entrada dedicada a ese cine.
    SALUDOS.

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    1. Hola Juan,
      Agradezco mucho tus palabras. Es cierto que en el blog no hay reseñas de películas brasileñas. Admito que se trata de una cinematografía que no conozco demasiado.

      Un saludo.

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    2. Gracias por contestarme, una lastima lo del cine brasileño, estuve viendo y me anote varias de Grigori Kosintzev, asique, a empezar.
      SALUDOS.

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