“Todo
lo que vemos o parecemos es solamente un sueño dentro de un sueño”.
(Edgar Allan Poe)
Hall Baltimore (Val Kilmer) es un escritor de novelas de misterio que
llega a un pequeño pueblo para promocionar su último libro. Allí conoce al
viejo y algo estrafalario alguacil Bobby LaGrange (Bruce Dern), quien le
muestra el cadáver de una niña que ha sido recientemente asesinada con una
estaca, y le propone escribir una historia de vampiros.
Extraña, sugestiva, paródica y, por momentos, embriagadora fantasía de
terror con la que Coppola, basándose en un cuento escrito por él mismo, ahonda
en el proceso de creación literaria a partir del contacto del individuo con la
realidad que lo rodea; realidad que alimenta una ficción que termina por
proyectarse sobre ella misma, difuminándose de este modo las fronteras entre
una y otra.
Twixt es un filme visiblemente
influido por las obras de Stephen King, aunque su espíritu, que gravita en
torno a la ausencia femenina (en este caso la de la hija del protagonista,
fallecida en un trágico accidente, que hace las veces de Berenice, Ligeia o
Eleonora), rinde culto a la figura de Edgar Allan Poe, por lo que los admiradores
del escritor de Boston sabrán apreciarlo en mayor o menor medida. Quede claro
que no se trata, ni por asomo, de una película redonda; tiene defectos, algunos
de los cuales pueden parecer risorios (el flojo final), cuando no ridículos (la
troupe de adolescentes góticos acampada
al otro lado del lago). En cualquier caso, el conjunto resulta bastante
satisfactorio, tanto que me atrevería a afirmar, aun a riesgo de equivocarme, que
nos encontramos ante la cinta más interesante del autor de El padrino desde su particular adaptación de Drácula. O lo que es lo mismo, el mejor Coppola en veinte años.
La película se inicia con la llegada de Hall a Swan Valley; una voz en off, la de Tom Waits, describe el lugar
incidiendo en sus aspectos más siniestros, como la existencia de una torre con
un reloj de siete caras, cada una de las cuales marca una hora diferente, o la
alusión a una terrible matanza pasada de la que ya nadie quiere hablar. Después
de conocer al sheriff, visitar la
morgue y acudir a las ruinas de un viejo hotel donde supuestamente se hospedó
Poe, Hall se instala en un motel barato en busca de inspiración. Ésta sólo le
llegará sumido en sueños, casi siempre inducidos por la ingesta de alcohol,
medicamentos o a consecuencia de algún que otro golpe inesperado. En ellos
conocerá a Virginia (Elle Fanning), el inocente espectro de una niña muerta, y
al mismísimo Edgar Allan Poe (Ben Chaplin), quien lo guiará a través de los bosques
y senderos de un mundo onírico-fantasmal teñido de un azul oscuro y gris. De su
mano, Hall descubrirá secretos concernientes a sí mismo, al arte de escribir y
al macabro pasado del pueblo.
La realización de Coppola sigue la línea experimental de Tetro, su anterior y fallido filme,
destacando el uso de angulaciones extremas, la abundancia de picados y
contrapicados, el contraste entre texturas cromáticas y la división de la
pantalla en dos cuando hay personajes que charlan por teléfono o webcam.
Con todo lo dicho, podemos asegurar que el director estadounidense
continúa estando vivo (cinematográficamente hablando, se entiende); es un
"no-muerto", un fantasma cuyo inmarcesible talento tras las cámaras aún puede
llegar a cautivarnos.