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Las dos caras del Dr. Jekyll (The Two Faces of Dr. Jekyll, 1960) de Terence Fisher.

El eminente Dr. Jekyll (Paul Massie) se halla enclaustrado en su laboratorio, donde día y noche prosigue con sus experimentos con el objetivo de separar a las dos naturalezas que conforman el alma humana.


Filme menor, aunque no por ello desdeñable, en la filmografía del gran Terence Fisher que supone la primera incursión de la productora Hammer en el mito creado por Robert Louis Stevenson. Aunque estimable, resulta muy inferior a otras películas que se basan en la misma obra como El hombre y el monstruo (Dr. Jekyll and Mr. Hyde, 1931) de Rouben Mamoulian o la bizarra y fascinante Dr. Jekyll y su hermana Hyde (Dr. Jekyll and Sister Hyde, 1971) de Roy Ward Waker.

Lo más interesante de la visión de Fisher es que revierte la premisa estética planteada por Stevenson, de modo que aquí no nos encontramos con un Hyde de aspecto fiero y deforme, sino con un individuo elegante y sofisticado que bien podría ser, por su carácter cínico y vanidoso, un personaje salido de la pluma de Oscar Wilde.


La precisa y colorista puesta en escena capta de modo plausible los ambientes y escenarios de la ciudad de Londres de finales del XIX; sin embargo, se hubiese agradecido una visión más sucia y decadente de la misma como extensión del proceso de degeneración moral al que se ve abocado el protagonista.

Uno de los grandes defectos del filme es que Paul Massie no resulta convincente en la compleja encarnación de su personaje. Evidentemente no es Fredric March, cuya enorme interpretación le valió un Oscar en la versión de 1931.

Por otra parte, el guión de Wolf Mankowitz adolece de profundidad tanto en el tratamiento de personajes como en el del conflicto moral que afecta a Jekyll, presentado de forma simplista y sin la densidad reflexiva que el tema requiere. Además, pretende ser demasiado dramático, reiterándose en exceso en la desgracia del científico cuando podría haber indagado de forma mucho más ambigua en los dos caracteres contradictorios que posee.


A pesar de sus defectos, el pulso narrativo de Fisher y su elegante tacto visual confieren al conjunto de la función un valor más que recomendable. También es reseñable la siempre agradecida presencia de Christopher Lee, que interpreta al amigo crápula de Jekyll y amante de su esposa.

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