"Los
números santifican, si matas a unos pocos eres un criminal, si asesinas a
miles, eres un héroe".
Tras
ser despedido de su trabajo, Henri Verdoux (Charles Chaplin) lleva una doble
vida: como padre de familia dedicado al cuidado de su mujer, inválida, y de su
hijo, por un lado; y como dandi que seduce a viudas ricas para después
asesinarlas y quedarse con su dinero, por el otro.
Partiendo
de una idea original de Orson Welles, la cual fue adquirida por Chaplin a
cambio de unos cinco mil dólares, el autor de El chico alumbró uno de sus más brillantes trabajos en esta comedia
negra que se inspira en el asesino real de mujeres Henri Désiré Landru. Nunca
el universo chapliniano se tornó tan pesimista y amargo como en Monsieur Verdoux, una magistral
combinación de drama, sátira social y humor negro.
La
película se abre con el primer plano de una lápida que porta la inscripción “HENRI
VERDOUX, 1880-1937”. A continuación, la voz en off del protagonista empieza a escucharse a modo de presentación: “Buenas tardes. Como pueden ver, mi nombre
es Henri Verdoux. Durante treinta años fui empleado bancario, hasta la crisis
de 1930. Cuando perdí mi empleo, decidí dedicarme a la liquidación de miembros
del sexo opuesto, un negocio estrictamente comercial destinado a mantener a mi
familia. Pero les aseguro que la carrera de Barba Azul no es nada rentable.
Sólo un optimista impertérrito podía embarcarse en tal aventura.
Desgraciadamente, yo lo era. El resto es historia”.
Este
irónico comienzo puede recordar al de El
crepúsculo de los dioses (Sunset
Boulevard, 1950), de Billy Wilder, puesto que en ambos filmes el personaje
principal está muerto (recordemos que en la cinta de Wilder, William Holden
aparecía sin vida en el fondo de una piscina). No obstante, eso no les impide
asumir el papel de narradores homodiegéticos. Se trata de un buen recurso para
que los espectadores logren empatizar con unos personajes que no son
precisamente ejemplares. Al fin y al cabo, pensarán, hagan lo que hagan estos
tipos durante la película terminan pagándolo con sus vidas.
Monsieur Verdoux
es una obra misógina y anticapitalista. Mediante el desorden individual
denuncia el caos colectivo. No en vano, su estreno reforzó las sospechas que el
Comité de Actividades Antiamericanas tenía acerca de la ideología del director,
a quien acusaba de pertenecer al Partido Comunista. Hasta tal punto llegó la
presión mediática ejercida sobre Chaplin, que éste finalmente optó por
exiliarse a Suiza.
Pese
a su terrible fondo, más negro que la brea, el filme que nos ocupa resulta
divertidísimo. Sirva como ejemplo la secuencia en la que Verdoux intenta
asesinar, en repetidas ocasiones y sin nunca llegar a conseguirlo, a la insoportable
Annabella (Martha Raye) en medio del lago. Genial.