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Tren de sombras (El espectro de Le Thuit) [1997] de José Luis Guerín.

“La sombra debe su nacimiento a la luz”.
(John Gay)

La madrugada del 8 de noviembre de 1930, el abogado parisino Gèrald Fleury salió en busca de la luz adecuada para completar una filmación paisajística en torno al lago de Le Thuit. Ese mismo día falleció en circunstancias aún no esclarecidas. Poco antes realizó una de sus modestas producciones familiares, la que accidentalmente sería su última película.


Tren de sombras constituye un bello ensayo fílmico con el que el director español José Luis Guerín, rinde homenaje a la infancia del séptimo arte a la vez que ahonda en el inevitable paso del tiempo como elemento de deterioro de la vida y de la propia imagen cinematográfica. Las estampas que lo conforman, fantasmales y poseedoras de un lirismo arrebatador, dan lugar a una de las propuestas más originales e interesantes de la historia de nuestro cine.

El pasado vivo.

Como se apunta en el prólogo, Gèrald Fleury era muy aficionado a rodar películas caseras. La primera parte de Tren de sombras es precisamente una de esas supuestas filmaciones domésticas realizadas por el abogado en los alrededores de su lujoso Château. Son escenas lúdicas y campestres (paseos en bicicleta, baños, picnics, bromas, bailes de máscaras…) protagonizadas por los distintos miembros de la familia Fleury: los niños, el simpático tío Etienne, los abuelos, el personal de servicio o el propio Gèrald. No se trata de un documento real, pese a que lo parezca, sino que ha sido filmado por Guerín con una cámara de 16 mm. Además, con objeto de reforzar su verosimilitud, la película aparece deteriorada por la presencia en ella de abundante grano, manchas y rayones. El pasado cobra vida en esas imágenes. El cine se muestra como eficaz instrumento de eternidad.


Un presente espectral.

Después de setenta años, volvemos a la población de Le Thuit. La cámara de Guerín capta, mediante una sucesión de largos planos fijos, las tranquilas calles de la localidad francesa y a sus gentes transitando por ellas. La serenidad de las tomas tiene poco que ver con el vitalismo de la película casera de los Fleury. El presente es un espectro en comparación con el pasado. La mansión familiar permanece en pie, habitada ahora por unos descendientes casi siempre ausentes. Viejos retratos y algunos objetos son lo único que queda de entonces. La composición pictórica de cada plano se sublima gracias a la extraordinaria fotografía de Tomás Pladevall. El ritmo es pausado, prácticamente inmóvil. Sólo el continuo tic tac de los diferentes relojes que hay en la casa subraya el paso de un tiempo que apenas avanza. La dirección de Guerín, rica en detalles, recuerda al Bergman de los primeros minutos de Gritos y susurros (Viskningar och rop, 1972). Cuando cae la medianoche, las sombras proyectadas por la luna se apoderan de la fachada y el interior de la vivienda. Es la hora en la que los espectros del pasado retornan al presente bajo el velo de la oscuridad.


Los secretos revelados del cine.

El arte cinematográfico supone una manipulación del tiempo. La tira de celuloide se rebobina y detiene una y otra vez a criterio del director. El objetivo es revelar lo que antes podía haber pasado desapercibido, como la furtiva historia de amor entre el tío Etienne y una de las doncellas de la casa. Este tramo es el más experimental de la obra. Guerín desentraña los secretos de la filmación y deja en el aire otro: el de la muerte de Gèrald Fleury en el lago, principal razón de ser del filme. El cine es un misterio en el que no todo tiene que ser revelado, y ésa es, quizá, la mayor revelación de Tren de sombras.


9 comentarios:

  1. Ésta me gusta mucho más, com ya te dije al comentar "En la Ciudad de Sylvia". Muy certero, tu anàlisis. Un saludo.

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    1. Hola, ricard:
      Gracias por tus palabras y por haberte pasado nuevamente por aquí pese a que Guerín no te agrade demasiado.

      Un saludo.

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  2. A mi modestísimo entender se trata de la obra maestra de un gran cineasta. Lo único malo es que no la ha visto ni el gato. Y lo entiendo.
    Saludos.

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    1. Hola, Francisco:
      Creo que es lo más cercano que Guerín tiene a una obra maestra. Su mejor película, sin duda. Lástima que, como bien dices, no la haya visto ni Cristo :)

      Un saludo.

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  3. Hola Ricardo:
    No deja de maravillarme este blog tuyo, que nos haces sentir cada vez más nuestro, capaz de acoger y reconocer el valor de obras tan singulares y marginales como “Tren de sombras” en tu reveladora entrada. Al margen, en todos los sentidos: de la industria, del documental, de la ficción, del tiempo y del espacio cinematográfico al uso, y como comentáis, de la inmensa mayoría de los espectadores. Hoy día disponemos de parte de la obra de José Luís Guerín en unas buenas ediciones en dvd, pero hace años, cuando tuve la ocasión de ver “Los motivos de Berta” en un único pase en un viejo cineclub de mi ciudad, circulaba la leyenda urbana de que apenas quedaban copias de la película y, aún así, estábamos unas escasas decenas de espectadores. Afortunados, sin duda. Y algo parecido tuvo lugar con motivo de “Tren de sombras”, proyectada un par de días en un horario que, a más de uno de los pocos cinéfilos que la esperábamos con pasión, nos obligó a pedir más de un permiso. Mereció la pena… una experiencia inolvidable ver aparecer y desaparecer de la oscuridad de la sala los trenes de fotogramas en la pantalla, vagones de cine donde sus pasajeros ya sólo conservaban su perfil antes de desvanecerse en su tiempo inventado, pero capaces de dotar de autenticidad, vida, suspense y poesía a unas imágenes pocas veces tan tangibles y efímeras a la vez.

    Este cine, no sólo estaba al alcance de muy pocos espectadores, sino que está al alcance de muy pocos directores también, aquellos que saben subirse a ese tren que escucha llegar, con la oreja pegada a las vías, la niña protagonista de “El espíritu de la colmena”, un tren cargado de imágenes asombrosas para unos ojos que contemplan todo como si fuera la primera vez.
    Así espero ver pronto “Guest”, “Recuerdos de una mañana” y los futuros trabajos de Guerín y tus entradas sobre ellos. De Víctor Erice y de otros directores, escritores, críticos y profesionales de todos los campos será más difícil disfrutar de su potencial…no me extraña que este país esté en crisis cuando a sus mejores talentos no se les da la oportunidad de trabajar.

    Aprovecho para felicitarte, un año más, por el aniversario de tu blog. Enhorabuena y gracias por compartirlo, ya sabes que aunque ya no participe mucho, cuentas con mi admiración y aprecio.

    Un abrazo, te deseo lo mejor

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    1. Hola, txusfin:
      Agradezco mucho tus cálidas palabras. Yo también te deseo lo mejor.

      Un gran abrazo.

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  4. Oye Ricardo, ahora que andas con Guerín y sus rarezas, estaría bien que repasaras 'El sol del membrillo' de Erice, para así tener tu reseña por estos lares. Al menos adelántame: te parece una obra maestra o se queda en las 4 estrellas y media? No creo que de ahí baje :)

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    1. Hola, neordental:
      La recuerdo como una obra maestra. No obstante, tendría que volver a revisarla para poder dedicarle una reseña.

      Un saludete.

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  5. Si ni Cristo ni el gato la han visto peor para ellos, nosotros que si lo hemos hecho sabemos ante que clase de obra estamos; una de las más arriesgadas, absorbentes, originales y poéticas que se haya podido realizar ya no solo en España si no en el mundo entero. Tambien esta en mi top10 patrio y probablemente en mi top10 de los noventa. Esperemos que Guerín vuelva a ofrecernos perlas similares en los próximos años.

    Un saludo.

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