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Gritos y susurros (Viskningar och rop, 1972) de Ingmar Bergman.


“Todas mis penas y dolores se habían desvanecido, los seres a quienes más quiero en este mundo, estaban allí, conmigo; percibía la presencia cercana de sus cuerpos, el calor de sus manos, quería detener el tiempo y pensaba, pase lo que pase, esto es la felicidad, la felicidad… no podría desear nada mejor. Ahora, durante estos minutos puedo gozar una absoluta plenitud, y siento una gratitud inmensa por la vida que colma, que tanto me da”.

Karin (Ingrid Thulin) y Maria (Liv Ullman) son dos hermanas que acuden a la mansión familiar para cuidar de su otra hermana, Agnes (Harriet Andersson), que se encuentra gravemente enferma a causa de un cáncer. En la casa también habita Anna (Kari Sylwan), sirvienta personal de Agnes que ha sufrido la reciente pérdida de su pequeña hija.


“Todas mis películas se pueden pensar en blanco y negro, excepto Gritos y susurros. La primera imagen siempre volvía: la habitación roja y las mujeres vestidas de blanco. Cuatro mujeres vestidas de blanco en una habitación roja. Se movían y se hablaban al oído, y eran extremadamente misteriosas… El color rojo es el color del alma humana”. Con estas palabras se refería Bergman al que quizá sea su trabajo más crudo y desesperanzado, estremecedor en su permanente y dolorosa agonía. En él, el autor de Saraband reflexiona en torno a la muerte y al modo en que ésta influye sobre el mundo de los vivos.

Se trata de una pieza de cámara de resonancias strindbergianas, caracterizada por una estilizada y meticulosa puesta en escena. Inolvidable ese color rojo que inunda las paredes, los suelos y el mobiliario de la casa familiar en contraposición con los vestidos blancos y negros que portan las féminas que por ella deambulan.


La narración se estructura a partir de varios flashbacks que se alternan con el tiempo presente. Estas remembranzas de instantes pasados suelen ir precedidas por el primer plano del personaje al que se refieren, susurros apenas audibles y fundidos en rojo. En el caso concreto de Anna, el director sueco no hace uso de un recuerdo, como sí sucede con Agnes, Karin o Maria, sino que recurre a un sueño bastante sobrecogedor que bien podría figurar en cualquier antología del cine de terror. La imagen que lo culmina, similar a la Pietá de Miguel Ángel, se ha convertido en uno de los momentos más reconocibles y admirados del filme.

Aparte de sus cavilaciones puramente existencialistas, Gritos y susurros nos dibuja un incisivo retrato psicológico de cuatro mujeres dispares: la sufrida Agnes constituye el personaje central de una obra que se inicia y termina con ella. De carácter retraído y taciturno, resulta ser la más sensible y emocional de las hermanas. Karin, por su parte, es fría, reprimida e intelectual; convive con un marido que no la quiere, lo que le lleva a intentar llamar su atención de manera aparatosa. Su personalidad contrasta con la de Maria, con la que mantiene una relación tortuosa y fluctuante. Esta última, casada con un hombre rico al que le es infiel, posee un carácter más cálido y sensual; aunque decididamente frívolo e hipócrita. Por último está Anna, fiel y bondadosa criada que se dedica por completo al cuidado de su patrona. Las cuatro actrices que las interpretan llevan a cabo una labor excepcional.


Con esta película, inconsolable obra maestra del cine europeo de los setenta, el espectador llega a sentir el malestar de la enfermedad, recordando que, algún día, incluso él también tendrá que morir.


11 comentarios:

  1. La quintaesencia del estilo del maestro sueco.

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  2. Una obra maestra que me intimida.
    Saludos.

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  3. Obra de arte. Hay planos que se clavan en la retina de forma violenta y hermosa a la vez. Imprescindible.

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  4. Si no recuerdo mal, el propio Bergman la consideraba una de sus propias cimas junto con "Persona" y no es para menos. Plásticamente es impresionante, sus personajes son profundos y complejos y la escena de terror que mencionas es simplemente genial.

    Un saludo.

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  5. Como todos vuestros comentarios van en la misma dirección, permitidme que os responda al mismo tiempo. Coincido con los adjetivos que le habéis colocado al filme: quintaesencia bergmaniana, obra maestra, intimidador, obra de arte y genial.

    Un abrazo y gracias por vuestra opinión :)

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  6. Una buena muestra de como el cine es canal de interioridad y trascendencia. Solo los maestros lo consiguen. A parte de Bergman también lo ha conseguido Dreyer.

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  7. Ricardo, ¿como se sabe que la enferma tiene cáncer? Lo dices en tu comentario (muy agudo, por otra parte) y lo dicen todas las sinopsis de la película. Pero en la película no se dice (como mínimo en el subtitulado en español; desgraciadamente no sé sueco). Liv Ullman puede hacer lo que le echen: en 'Escenas de un matrimonio' es más bien reprimida, mientras que en 'Gritos y susurros' es bastante putón, y convence en ambas. Por lo que respecta al rojo: no solo afecta paredes, suelos y muebles; en la película también hay sangre (el del marido que se clava un puñal, el de la hermana que se autolesiona) y vino. El contraste entre dos hermanas de personalidad antitética (una austera y rígida, y la otra más bien sensual) se representa también en 'El silencio'. Realmente no sé con cuál de las dos hermanas me quedo, mejor tenerlas a distancia por si las moscas...

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  8. aaaagggggg, he escrito 'Escenas de un matrimonio' en lugar de 'Secretos...'. Si Bergman alzara la cabeza...

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    1. Hola, Josep:
      ¿Tiene pinta de cáncer, no? Espero que no se genere un debate acerca de la enfermedad que padece, como ocurrió en el post de "Cisne negro" :). Firmo lo que dices sobre Ullman, una actriz inmensa capaz de hacer cualquier cosa. Como "putón" está increíblemente sensual.

      Un saludo.

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  9. Podría ser EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), hehe, :-(
    Está claro que es una enfermedad crónica, pues la chica está enferma desde hace años. Una de las escenas que más me gustan de 'Gritos...' (olvidé decirlo en el otro post) es aquella en la que el médico le detalla a su examante, delante de un espejo, las señales que el paso del tiempo, con su carga de infelicidad y desilusión, ha imprimido en su rostro (y es como si estas señales las creara el propio discurso, y como si la cara de ella las fuere reflejando segundo a segundo). Me gusta porque es la venganza que espera el espectador: la idea de follar con el médico de la hermana moribunda cuando este acaba de visitarla, y en la misma casa, merece castigo. A la chita callando harás que vea 'Cisne negro' (no quise cuando se estrenó, pues tenía toda la pinta de 'peli que gusta a todo el mundo', pero la dejas muy bien y el tema de que trata tiene morbo.

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  10. Se me fue la olla: creo que la escena que he descrito en el post anterior es un flash-back (el médico acaba de visitar no a la hermana sino a la hija de la criada).

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