Años 50. Kit (Martin Sheen) es un joven perturbado que se enamora de Holly (Sissy Spacek), una quinceañera con la que inicia una relación. La oposición a la misma del padre de ésta (Warren Oates), provocará que Kit lo asesine y se fugue con ella, comenzando una huida que les llevará desde Dakota del Sur hasta Montana.
Impactante ópera prima del genial, aunque a veces incomprendido, Terrence Malick. Pocas veces en la historia del cine un debut resultó tan brillante; y, lo que es más importante, supuso el alumbramiento de un lenguaje propio (entendido como la conjunción de una serie de elementos formales, narrativos y de contenido que se repiten de manera constante en todas las obras de un autor), el de un cineasta que, a partir de recursos ya manidos, logró dar singular forma a sus inquietudes e intereses.
Malick se inspiró en un caso verídico, el de Charles Starkweather (joven delincuente que en 1958, acompañado de su novia de 14 años, asesinó a once personas en el trayecto entre Nebraska y Wyoming), para componer esta telúrica odisea de violencia gratuita, con estructura de road movie, que ha ejercido una enorme influencia en muchos filmes posteriores. El título de la película tiene que ver con el paisaje árido y fuertemente erosionado (las llamadas tierras baldías) que caracteriza a una parte de la geografía del estado de Dakota, y que sirve como escenario natural del relato que ahora nos ocupa.
La pérdida de la inocencia y el retorno al paraíso perdido como medio de redención, son los dos temas esenciales sobre los que se articula, ya no sólo esta obra, sino toda la filmografía del cineasta tejano. La voz en off de Holly, hilo de narración y reflexión, nos introduce y guía a través de un mundo frío y enajenado, que tanto puede parecer ingenuo como terrorífico en su inaprensible lógica. Kit es un tipo desarraigado y a contracorriente que no parece tener conciencia real de las diferencias que existen entre el bien y el mal. Sufre una enajenación que le conduce a matar sin escrúpulos cuando algo se interpone en su camino. Sus intentos por mitificar sus actos y convertirse en un criminal famoso, no son más que la patética consecuencia de una sociedad enferma que premia el afán individualista. A su lado, la ambigua candidez de Holly resulta inquietante. Ambos personajes no funcionarían de no ser por la excelente labor realizada por Martin Sheen y Sissy Spacek en sus realistas composiciones.
El director de La delgada línea roja impregna su filme de sobria poesía, consiguiendo imágenes de gran fuerza expresiva, como el incendio de la casa del padre o el baile nocturno que los protagonistas, iluminados por los faros del coche, se marcan en medio del desierto.
Malick no pudo comenzar su obra de manera más abrumadora, logrando ya en su primera película lo que otros muchos (la mayoría) pretenden y no alcanzan durante toda una carrera: un lenguaje personal e intransferible.