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El Tesoro de Arne (Herr Arnes pengar, 1919) de Mauritz Stiller.


Tres mercenarios escoceses que se encontraban encarcelados por conspirar contra el rey sueco se fugan y asaltan la casa de Sir Arne, párroco del lugar, llevándose consigo un baúl que contiene un valioso tesoro. La doncella Elsalill (Mary Johnson), única superviviente de la matanza, se ve obligada a convivir con unos conocidos pobres en una casita junto a la orilla del mar helado. Allí conocerá a un joven de fortuna, del que quedará prendada sin saber que se trata de uno de los hombres causantes de su desgracia.


Cuando a Carl Theodor Dreyer le preguntaron por las películas que más le habían influido como director, hizo alusión a este extraordinario filme sueco obra de Mauritz Stiller, el mayor cineasta escandinavo del período silente junto con Victor Sjöström y el propio Dreyer. 

Se trata de la adaptación de una novela de Selma Lagerlöf, primera mujer a la que se le concedió el Premio Nobel de Literatura, cuya obra se caracteriza por el carácter difuso con el que se entrecruzan los ámbitos del sueño, la fantasía y la realidad. Sjöström también adaptaría de forma magistral otro de sus libros en La carreta fantasma (Körkarlen, 1921).


Stiller se centra en la conmovedora tragedia de una inocente chica de la que el destino parece burlarse en un relato plagado de superstición, premoniciones y apariciones de carácter sobrenatural o producto de conciencias culpables y dolidas.

Destaca la brillante utilización de sobreimpresiones que plasman las fantasmagorías que acosan a unos personajes incapaces de hacer frente a los designios del hado, y que da lugar a impresionantes secuencias como aquella en la que Elsalill sueña con el espectro de su hermana.

La acción se desarrolla durante un gélido y blanco invierno que se convierte en protagonista de la trama por la forma en que la condiciona, siendo el componente meteorológico un personaje más de un modo similar a como lo haría años después Sjöström en El viento (The Wind, 1928).


Mary Johnson lleva a cabo una dolorosa y sensible interpretación en una película en la que sólo la hermosa secuencia final ya justifica su visionado.

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