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Horror en el cuarto negro (The Black Room, 1935) de Roy William Neill.


En la Austria del siglo XIX, la baronesa de Berghman trae al mundo a los gemelos Gregor y Anton (Boris Karloff), acontecimiento que entristece a su padre, el barón, ya que una antigua profecía predice que la familia se terminará con el nacimiento de gemelos, y con el asesinato del mayor de éstos a manos de su hermano en el cuarto negro. Para evitar que tal predicción se cumpla, el barón decide tapiar el cuarto.


Deliciosa y poco conocida pieza de horror gótico que supone uno de los mejores trabajos del gran Boris Karloff, que interpreta aquí dos papeles que en realidad son tres, ya que uno de los gemelos acabará haciendo del otro.

Gregor, el primogénito, es un tipo rudo, desagradable y mal encarado; mientras que Anton, el pequeño, es educado, amable y sofisticado, además de tener el brazo derecho paralizado. Karloff cambia la expresión de su rostro, sus ademanes, e incluso su voz, en función de si hace de uno u otro. Tras el asesinato de uno de ellos, el homicida tendrá que imitar a su hermano, surgiendo así un personaje lleno de matices que mezcla ambos caracteres.


La película contiene todos los elementos que caracterizan al relato gótico clásico: castillos, pasadizos ocultos, escaleras sombrías, cementerios, iglesias, imágenes religiosas… El excelente y cuidado diseño de producción parece remitirnos a una novela de Ann Radcliffe. 

El filme cuenta con una magnífica fotografía y con una puesta en escena de luces y sombras de clara influencia expresionista.   

El peso de la profecía se muestra evidente a lo largo de toda la cinta, afectando sobremanera al personaje de Gregor, ya que según la misma, debería ser asesinado por su hermano menor, de ahí que no dude en tomar medidas extremas para evitarlo, aunque al final no pueda escapar de su destino.


The Black Room es una película a redescubrir que a buen seguro satisfará a los degustadores del buen cine de terror. 

         

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