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Crepúsculo en Tokio (Tôkyô boshoku, 1957) de Yasujiro Ozu.


El señor Sugiyama (Chishu Ryu) tuvo que criar a sus dos hijas, Akiko (Ineko Arima) y Takako (Setsuko Hara), tras ser abandonado por su mujer. Ambas tienen problemas, ya que mientras Takako mantiene una difícil relación con su esposo alcohólico, Akiko es una joven que parece algo descarriada y perdida.


Tôkyô Boshoku es, probablemente, la obra más oscura, pesimista y trágica de toda la filmografía del maestro japonés. El ascetismo cinematográfico de Ozu, sublimado por una portentosa composición de planos, indaga aquí en las heridas y vacíos psicológicos que se derivan de la ausencia de la figura materna. Ni siquiera la presencia de una padre amoroso y preocupado (enorme y dolida interpretación del gran Chishu Ryu), podrá atenuar esos huecos y soledades del alma destinados a ser cubiertos únicamente por la ternura femenina de una madre.

Tanto dolor causó la proyección de esta película, que Ozu se vio obligado en su siguiente filme a crear algo mucho más ligero, surgiendo así la magnífica Flores de equinoccio (Higanbana, 1958), su primera obra en color, y adelanto de la que acabaría convirtiéndose en una de las paletas cromáticas más primorosas de la historia del cine.


En la cinta que ahora nos ocupa, nos encontramos con la figura más desgraciada de toda la obra de su autor; la amargada Akiko, joven que recorre todo tipo de bares y antros de la noche de Tokio, buscando a un novio que la ignora, sobre todo cuando se entera de su embarazo. Un aborto obligado y la aparición de una madre que se creía perdida, serán problemas que Akiko no podrá soportar, desembocando en un trágico accidente que dará lugar a una de las secuencias más dolorosas filmadas por Ozu. Aquella en la que la menor de los Sugiyama, en la agonía de la muerte, le dice a su padre y hermana que no quiere morir. 

La cámara inmóvil (ni uno sólo movimiento en los 140 minutos que dura el filme) y contemplativa de Ozu capta otros momentos inolvidables, como la oración del señor Sugiyama ante el retrato de Akiko (sólo Dreyer ha alcanzado tal nivel de trascendentalidad en el cine), o el triste plano final de la película, que nos muestra al sufrido padre abandonando su hogar calle abajo, sabedor de que la soledad será, desde ese momento, su única compañera.


Crepúsculo en Tokio es, en definitiva, una de las mejores películas del gran Ozu. Cine con mayúsculas. 

5 comentarios:

  1. Me queda la impresión de haber visto una de las mejores películas de Ozu, y una gran obra maestra muy poco reconocida (y conocida, valga la redundancia). Es invierno, pocas mujeres usan la ropa tradicional, van a bares y esperan y esperan... ¿No le parece que es una especie de tratado sobre la decepción vital que gira en buena medida en torno a la maternidad?

    Akiko pierde la fe. Un tren que ahora nos trae la tragedia. Una despedida larga, con unos cantos penetrantes de un grupo de muchachos, son los que despiden a la madre que abandonó.

    Me parece a la altura de sus grandes obras.

    Un saludo desde México.
    Miguel.

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    1. Hola, sin_tiempo:
      A mí también me parece una de las grandes obras maestras de Ozu. Muy interesante la interpretación que apuntas.

      Un saludo para México.

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  2. Me quedan muchas de Ozu por ver, pero de las que he visto ésta es la que se ha clavado más profundamente en mis entrañas. ¡Y mira que 'Primavera tardía' y 'Cuentos de Tokio' son difíciles de olvidar! La historia es muy simple, pero el delicado equilibrio que se consigue entre los distintos personajes (ninguno sobresale por encima de los otros), lo que seguramente nos llevaría a calificarla de obra coral (que siempre he valorado mucho, pues siempre he pensado que salir airoso con una obra con protagonista múltiple tiene más mérito, pues el director ha tenido que lidiar con más elementos), es portentoso. Nada chirría, todo fluye, y el 'desenlace' es maravilloso, con lección moral, o más bien vital, incluída (la hija que decide volver a vivir con su marido para que la criatura de ambos no sufra el desamparo que provocó el descarrío de la hermana), pero en sordina, sin subrayado. Estupenda. ¿Y crees, Ricardo, que el final de Akiko es realmente un accidente? No sé, a mí me huele a suicidio.

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  3. Una de mis preferidas de Ozu. Una obra maestra.

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