“La uniformidad es la
muerte; la diversidad es la vida”
(Mijaíl
Bakunin)
Película
de estructura episódica: cinco grandes ciudades (Los Ángeles, Nueva York,
París, Roma, Helsinki), cinco taxis, lo que acontece dentro de ellos y una
misma noche.
Cineasta
del multiculturalismo, el mestizaje y la globalización, Jim Jarmusch se hace acreedor de esta
etiqueta gracias a trabajos como el que ahora nos ocupa, filme dividido en cinco episodios de unos veinte minutos de duración,
en los que se retrata la vida nocturna de cinco grandes urbes muy dispares
entre sí. Personajes de lo más variopinto y pintoresco, cada uno con sus pequeñas grandezas
y miserias, protagonizan este entretenidísimo relato sobre ruedas (casi toda la
acción transcurre en el interior de los diferentes taxis) en el que se apuntan temas varios como la inmigración, el sueño americano, la diversidad o el fracaso vital.
Excelente labor de todo el reparto, que se beneficia de unas estupendas líneas
de diálogo y del uso de primeros planos, y gran fotografía de Frederick Elmes
en la plasmación de los distintos paisajes urbanos. La música corre a cargo del
compositor californiano Tom Waits.
Los Ángeles, 19:10
horas. En este primer episodio, Jarmusch une los destinos
de Victoria (Gena Rowlands), una veterana agente de casting que trabaja en Hollywood,
y Corky (Winona Ryder), una joven taxista de modales vulgares que fuma
como un carretero y aspira a convertirse en mecánico. ¿Será Corky la estrella de cine que busca Victoria? Al igual que ocurre en el
resto de episodios, la ciudad en la que se contextualiza la trama supone un
personaje más de la misma (quizá el más importante). El director dijo al
respecto: “En la película, las ciudades
se convierten en personajes, aunque aparezcan desde el interior de un taxi. La
atmósfera, el color, la luz… todo eso tiene un efecto en la gente que vive en
las ciudades y en lo que sientes cuando las visitas”.
Nueva York, 22:10 horas.
Al mismo tiempo que en el episodio anterior, aunque a distinta hora dada la
diferencia horaria entre las ciudades de Los Ángeles y Nueva York, un peatón de raza negra (Giancarlo Esposito) busca sin
demasiado éxito en Manhattan un taxi que lo lleve hasta el distrito de Brooklyn. Finalmente
consigue uno, pero su conductor, Helmut (Armin Mueller-Stahl), resulta ser un inmigrante
recién llegado de Alemania Oriental que ni siquiera sabe conducir. Episodio muy divertido con una entrañable
relación entre personajes.
París, 4:10 horas. Cambiamos
de continente. La madrugada avanza en la capital francesa. Un taxista de Costa
de Marfil (Isaach de Bankolé) recoge a una chica ciega (Béatrice Dalle) que
regresa a casa. El conductor, que con anterioridad ha tenido problemas con unos cameruneses, parece muy interesado en saber qué se siente al
ser invidente, algo que irrita bastante a su pasajera. La tensión entre
ambos va en aumento. ¿Cómo acabará esto?
Roma, 4:10 horas. La
Ciudad Eterna sirve de incomparable marco espacial al episodio más divertido (con
diferencia) de todos. Y quizá el mejor. Ahora el taxista es Roberto Benigni,
quien conduce con gafas de sol pese a ser de noche. Su pasajero es un sacerdote
(Paolo Bonacelli), aunque Benigni siempre se dirige a él como “obispo”.
¿Imaginan ustedes qué puede ocurrir a altas horas de la madrugada en el
interior de un taxi entre un cura y un taxista pirado? No les adelanto nada. Mejor
véanlo y prepárense para reír.
Helsinki, 5:10 horas.
Último de los cinco episodios. Mi favorito. Una mezcla entre los cuentos Antón
Chéjov y el cine de Aki Kaurismäki. El más triste y creíble de todos. Un
taxista (Matti Pellonpää) recoge a tres amigos borrachos para llevarlos de vuelta a
sus respectivos hogares. Uno de ellos ha tenido el peor día de su vida: lo han
despedido, le han destrozado el coche, su hija adolescente se ha quedado
embarazada y su mujer lo ha echado de casa. Sin embargo, la historia del
taxista es aún más trágica… El broche ideal a una película encantadora.