Páginas

Paisaje en la niebla (Topio stin omichli, 1988) de Theodoros Angelopoulos.

“Un viaje es una nueva vida, con un nacimiento, un crecimiento y una muerte, que nos es ofrecida en el interior de la otra”.
(Paul Morand)

Dos hermanos, Voula (Tania Palaiologou) y Alexandros (Michalis Zeke), de unos doce y siete años de edad aproximada, recorren el norte de Grecia para llegar hasta Alemania, país en el que, según les ha dicho su madre, vive su padre, al que no conocen.


La Grecia de Theo Angelopoulos, la del norte, la de las regiones de Epiro y Macedonia, es una Grecia gris, fría y húmeda. Nada que ver con esa Grecia mediterránea de sol y playa que encontramos en los folletos de las agencias de viajes. Su visión melancólica, poética, de un país, el suyo, donde el esplendoroso pasado clásico contrasta con la degradación cultural y material contemporáneas, supone uno de los mayores tesoros legados por el séptimo arte. Dentro de esa gema de incalculable valor artístico que es su filmografía, Topio stin omichli ocupa un lugar muy importante, pese a situarse, al menos en mi opinión, un escalón por debajo del de sus obras maestras. Gracias a esta hermosa, inolvidable película, el maestro griego consiguió alzarse con el León de Plata al Mejor director en el Festival de Venecia.


Paisaje en la niebla narra el viaje iniciático de dos menores obsesionados con encontrar a su padre. La travesía, llena de dificultades por llevarse a cabo sin respaldo económico alguno (la realizan a escondidas de su madre), los pondrá en contacto con las luces y las sombras de un mundo que en poco estima la ingenuidad de dos niños. Voula, por ser la mayor y, por tanto, la más consciente de lo que ocurre, se verá obligada a madurar prematuramente debido a su temprana exposición a la vileza humana (la escena en la que el camionero abusa de ella en la parte trasera de una camioneta, a pesar de que Angelopoulos no muestra nada de lo que acontece en el interior, resulta terrible). Pero no todo es tragedia en el pesaroso camino de los pequeños, también hay magia: una magia capaz de inmovilizar a un grupo de agentes de policía que contemplan cómo nieva, de hacer aparecer de la nada a un violinista que consuela con su melodía la tristeza acumulada, o de sacar a flote una ciclópea mano de piedra sepultada durante siglos en el fondo del océano.


La caligrafía de la cinta se articula a través de tomas de larga duración, como siempre magistralmente planificadas y ejecutadas por el autor de La mirada de Ulises. Destaco el plano secuencia que tiene lugar en la playa, con el mar de fondo, donde una decadente compañía de viejos actores ensaya para interpretar una obra que quizá nunca se represente.

El filme se ve perjudicado por el envejecimiento de determinados pasajes, marcadamente ochenteros, como el que transcurre en la discoteca. No obstante, su bellísimo epílogo, con los dos hermanos caminando de la mano por un paraje celestial, purga sus posibles defectos.


14 comentarios:

  1. Hola Ricardo, Me alegro de encontrarme esta crítica; llevaba tiempo esperándola jeje. Esta es una de mis cintas favoritas; para mi la obra maestra de Angelopoulos, asi que le daría 5 estrellas sin dudarlo. Me encanta todo... el argumento, el mensaje, la fotografía. la música, los planos secuencia... Por otra, me gustaria preguntarte si has visto Alejandro Magno y El paso Suspendido de la Cigueñas; ambas están dirigidas por el y son muy buenas. Este director está a a la altura de Andrei Tarvkosky...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Cristina:
      Tengo pendiente "Alejandro el Grande", pero la veré en cuanto pueda. Tanto "El paso suspendido de la cigüeña" como otros títulos de Angelopoulos serán reseñados en las próximas semanas.

      Un saludo.

      Eliminar
    2. Buenas,di con este blog y quiero saber cómo conseguir estas joyas del cine.... Me hace bien al alma saber que hay gente que siente este mismo gusto por el cine griego

      Eliminar
  2. Hola, Ricardo.
    Primera vez que comento en tu blog (a pesar de seguirlo de cerca desde hace ya unos cuantos meses), y me alegra hacerlo en esta entrada, ya que se trata de uno de mis filmes preferidos.
    Tu comentario acerca de la Grecia decadente y fría en la que se desarrolla la filmografía de Angelopoulos me parece clave y muy importante mencionar (no lo habías hecho en las dos reseñas anteriores, pensé que se te iba), porque a partir de ahí podemos adquirir una mirada distinta y mucho más enriquecrdora para con sus películas; profundizar en el carácter de sus personajes, las situaciones de corte existencial en que se llegan a encontrar, comprender el contrastante pasado histórico ante dicha nación actual en la que la sociedad parece no tener conciencia alguna, una sociedad en la que la indiferencia y el vacío son mostrados de manera latente. La Grecia de Angelopoulos es, en general, como ya lo mencioné (y tú también), una Grecia decadente, agonizante y carente de espíritu.
    Y bueno, de tantas y tan maravillosas secuencias que hay en Paisaje en la niebla, ¿qué te digo? Yo adoro la sensibilidad/insensibilidad del maestro Theo para filmar a un hombre con su máquina arrastrando un caballo por las calles heladas, mientras los hermanos observan tristes y una manada de burgueses parranderos se muestra totalmente indiferente al respecto...

    ResponderEliminar
  3. Esta escena me hace pensar mucho en el episodio que vivió supuestamente Nietzsche en Turín, uno que tú conoces muy bien; aunque aquí es el hombre quien arrastra al caballo, termina siendo él el bastardo de igual manera. Y el caballo, totalmente indefenso y sin olprtunidad alguna, pierde de nuevo la batalla, mostrándonos al eterno perdedor y al eterno triunfador, así éste último tenga que destruir para ganar. Y discúlpame si cito diálogos de El caballo de Turín, pero la vi ayer y la tengo presente. Además de que, reflexionando, en verdad encontré muchos paralelismos entre la anécdota de Nietzsche y la escena de Paisaje en la niebla a la que aludo, incluso me atrevería a pensar que Angelopoulos pudo basarse en ella para realizarla.
    En fin, yo sí le otorgo cinco estrellas y la coloco en el podio con las otras dos obras maestras que legó el griego. A las tres les doy el oro.
    Un saludo desde México, y por supuesto, una felicitación por el blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Ramsés:
      Esa escena del caballo también recuerda mucho a un pasaje de "Crimen y castigo", de Dostoievski, aunque ignoro si Angelopoulos se inspiró en el autor ruso. Espero que te sigas animando a comentar en el blog.

      Un saludo para México.

      Eliminar
  4. Muy buena obra y reseña, pero; no entiendo por qué una película ambientada en los ochenta se vería envejecida porque una de sus escenas transcurra en una discoteca. Por esa regla de tres, una película ambientada en el siglo XII con una escena en una iglesia también lo estaría. A cada época lo suyo ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, David:
      Quizá no se me haya entendido bien. No me importa que la película esté filmada en los ochenta, lo que digo es que en algunas escenas se nota demasiado su época de filmación. En la de la discoteca, por ejemplo, esa ropa y esos peinados horteras de la década hacen que la cinta se vea algo envejecida. Lo que suele hacer grande a Angelopoulos y a otros cineastas importantes, es la atemporalidad de sus obras. Esa atemporalidad resulta dañada si se nota tanto el período en el que la película fue rodada. En cualquier caso, es sólo mi opinión.

      Un saludo.

      Eliminar
  5. ¿De verdad no la consideras obra maestra?... yo creo que es uno de los tres mejores trabajos de Theo, los otros dos serían; La eternidad y un día y por supuesto La mirada de Ulises, su obra cumbre... por curiosidad cuáles vendrían siendo sus obras maestras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Dan Chaplin:
      Actualmente me encuentro revisando la filmografía de Angelopoulos, así que, si me lo permites, contesto a tu pregunta en unas semanas.

      Un saludo.

      Eliminar
    2. Una vez el maestro Aleman, Friedrich Murnau dijo que el filme perfecto era mudo y no tenía rotulos, y que una forma para conseguirlo era utilizando los contrastes. Angelopoulos es un genio en este sentido, las palabras resultan escasas, inútiles en sus escenas, como en aquélla escena final de La mirada de Ulises o cuando los hermanos lloran por la muerte del caballo, atras en segundo plano y fuera de foco una boda se ha llevado a cabo y el regocijo de la gente complementa una escena de miseria y alegría conjuntas para lograr el tan ansiado efecto Murnau, así me gusta llamarlo. El cine de Theo se encuentra repleto de estas acciones antagonicas. Uno de los mas grandes genios que el cine ha dado.

      Eliminar
  6. Para mí esta película tiene un problema y es su verosimilitud. No me creo muchas cosas que suceden en ella. No obstante, tiene varias escenas memorables. Estoy de acuerdo con tu apreciación.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Germán:
      Tienes razón en que la trama no resulta demasiado verosímil por momentos (no es creíble, por ejemplo, que los dos hermanos hagan ese viaje tan largo sin que las autoridades los encuentren), pero bueno, tomémoslo como una licencia poética del autor.

      Un saludo.

      Eliminar
  7. Me pareció curioso que Angelopoulos hiciera una clara referencia a su primer film, "Anaparastasi" y una aún más clara a "O Thiasos", trayendo de vuelta a los mismos actores y hasta "parodiando" fragmentos de escenas a través de ellos.

    ResponderEliminar