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Las mejores intenciones (Den goda viljan, 1992) de Bille August (con guión de Ingmar Bergman).


Suecia, 1909. Henrik Bergman (Samuel Fröler) es un joven estudiante de Teología que se enamora de Anna Akerblom (Pernilla August), hija de una rica familia burguesa. Las diferencias de clase y mentalidad, pondrán a prueba esta difícil relación. 


El mejor Bergman sin Bergman. Así podríamos definir a Den goda viljan, filme que se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1992. El director sueco, que se había retirado de la dirección tras el rodaje de Fanny y Alexander (Fanny och Alexander, 1982), escribió un admirable guión inspirándose en la vida de sus padres. Tanto miedo y dolor le suscitaba la idea de filmar esta hermosa y convulsa historia de amor, que decidió dejarlo en manos del realizador danés Bille August, quien ya había saboreado las mieles del éxito en Cannes con su película Pelle el conquistador (Pelle erobreren, 1987).

La acción se desarrolla a lo largo de nueve años (1909-1918), los que transcurren desde el inicio del noviazgo entre Henrik y Anna hasta el momento previo al nacimiento de su segundo hijo, que no sería otro que el propio Bergman. Se trata, por tanto, de una cinta de evidentes connotaciones autobiográficas en la que las señas de identidad del maestro sueco, incluidas sus habituales inquietudes existenciales, se mantienen de forma intacta. August se limita a filmar con respeto un guión muy personal de autoría ajena, sabedor de que es un mero vehículo para la plasmación de un universo que no es el suyo. Por todo lo mencionado, y se diga lo que se diga, Las mejores intenciones debe ser considerada como una pieza más de la filmografía del autor sueco. Y no una pieza cualquiera.  


La sinceridad, el realismo y la crudeza con la que Bergman suele trasladar a la pantalla los sinsabores de la vida en pareja, convierten en una simple pantomima cualquier intento de hacer algo similar por parte de otros directores. Aquí encontramos una nueva muestra de esas idas y venidas emocionales por las que transita una relación de dos seres que se aman; pero que son capaces de herirse provocándose cicatrices de tal hendidura, que ni siquiera el inexorable paso del tiempo puede curar. 

El filme se abre con una secuencia que, a modo de prólogo, define a la perfección la fuerte personalidad que posee Henrik. En la misma, su abuelo, con el que intuimos que no mantiene contacto alguno desde hace mucho tiempo, le pide que vaya a visitar a su abuela, quien en el lecho de muerte ha solicitado como última voluntad ver a su nieto para pedirle perdón por haberle dejado vivir en la miseria junto a su madre. A pesar de los ruegos del anciano, que incluso intenta sobornarle, Henrik se mantiene fiel a sus convicciones. No sólo no acepta la propuesta, sino que incluso manifiesta su odio hacia la persona que está a punto de morir, instando a su mensajero a que se lo haga saber. A partir de ahí la película se estructura en dos partes claramente diferenciadas: en la primera de ellas asistimos a las dificultades que la pareja tiene que afrontar para que su relación sea aceptada. Un trágico suceso, la muerte del venerable Johan Akerblom (Max von Sydow), da lugar al inicio de la segunda (más conseguida en mi opinión), en la que Henrik, ya ordenado sacerdote, es destinado a una pequeña localidad del norte del país, siendo acompañado por Anna, con la que se casa. Esta estructura del relato en dos partes divididas por una muerte que se produce hacia la mitad del metraje, es muy parecida a la que presentaba Fanny y Alexander. En ambas obras, Bergman vincula la vida religiosa a una existencia gris y de absoluta renuncia. Nada que ver con el calor familiar y el carácter más vitalista que encontramos en las respectivas primeras partes de las dos cintas. 


Tanto Samuel Fröler como, sobre todo, Pernilla August, cuya interpretación fue premiada en Cannes, realizan un trabajo excelente. La preciosa fotografía de Jörgen Persson y la comedida partitura de Stefan Nilsson, son otros puntos a destacar en esta magnífica película. Imprescindible para los amantes del cine del autor de El séptimo sello.

5 comentarios:

  1. Otra gran desconocida, para mi, esta cinta a la limón de Bergman y August.
    Tu buena entrada me lleva inevitablemente a apuntuntarla, para mi progresivo afianzamiento en el universo de Bergman.

    Bueno camarada, esta tarde parto con mi familia para Estocolmo (a pasar el fin de semana en la capiatal sueca) ten por seguro que me tomaré una cañita a tu salud y en tu nombre en la patria de tu admirado Ingmar.
    Un abrazo.

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  2. Hola, David:
    Pues nada, espero que lo paséis muy bien por tierras nórdicas. Seguro que a tu vuelta tienes más ganas de introducirte en el fascinante universo del autor sueco. Ya me contarás...
    Un abrazo, camarada :)

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  3. ¡Es una película excelente! La vi ayer.

    Felicitaciones, Ricardo, por el blog.

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    1. Hola, Marta:
      Bienvenida al blog. Pásate por aquí cuando y cuanto quieras :). Gracias por tu felicitación.

      Un cordial saludo.

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  4. Oh, me esperaba más nota, una señora obra maestra a decir verdad. Pensaba vérla uno de estos días junto con la otra Palma de August. Qué opinas de ella? Y de Jean-Pierre Melville en general? Cuales son tus favoritas del francés?

    Saludetes :)

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