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Feliz Navidad, Mr. Lawrence (Merry Christmas Mr. Lawrence, 1983) de Nagisa Ôshima.

“Cada guerra es una destrucción del espíritu humano”.
(Henry Miller)

1942, Segunda Guerra Mundial. A un campo de prisioneros japonés situado en la isla de Java, dirigido por el capitán Yonoi (Ryuichi Sakamoto) y en el que el coronel John Lawrence (Tom Conti) actúa como interlocutor entre los oficiales nipones y los prisioneros aliados, llega el irreverente y excéntrico comandante Jack Celliers (David Bowie).


Hay películas cuya peculiar personalidad artística trasciende sus posibles defectos. Es el caso de Merry Christmas Mr. Lawrence, del cineasta japonés Nagisa Ôshima, quien junto a Paul Mayersberg adapta la novela autobiográfica de Laurens van der Post La semilla y el sembrador (The Seed and the Sower, 1963). Aunque, en principio, el argumento del filme pudiera recordar al de El puente sobre el río Kwai (The Bridge on the River Kwai, 1957), la realidad es bien distinta. Lo que era épica, masculinidad y brío narrativo en el clásico de David Lean, se convierte en intimismo, ambigüedad sexual y contemplación lírica en la obra de Ôshima: un complejo y fascinador estudio sobre el choque entre culturas y las relaciones de poder y atracción entre los hombres.


Ya en la primera secuencia de la película, por cierto magnífica, en la que un soldado japonés es obligado a practicarse el harakiri por haber mantenido un encuentro carnal con un prisionero holandés, se esbozan los principales temas a tratar a lo largo del filme: la contraposición entre la cultura oriental y la occidental; entre las emociones y los códigos de honor y conducta; y entre los diferentes estamentos de la jerarquía militar de ambos bandos. En esa secuencia, además, se nos presentan a tres de los cuatro personajes centrales de la trama: el coronel Lawrence (alter ego de van der Post), humanista conocedor de las tradiciones y costumbres del Japón y de su lengua; el sargento Gengo Hara (Takeshi Kitano), oficial a la vez entrañable y brutal; y el capitán Yonoi, un samurái a la vieja usanza que reprime su condición de homosexual por mantenerse fiel a sus rígidos códigos morales. El cuarto personaje en liza, el de Jack Celliers, hace acto de presencia en la segunda secuencia de la obra, igualmente estupenda, en la que es juzgado por un tribunal de guerra tras su captura. En ella, el espectador percibe de inmediato la atracción que el capitán Yonoi comienza a sentir hacia él. De hecho, será la mediación del oficial nipón la que evite que Celliers sea condenado a la pena capital, pasando a ser traslado al campo de prisioneros de Java donde se desarrolla la acción. Como decimos, Feliz Navidad, Mr. Lawrence supone la colisión entre dos culturas, entre dos formas de entender el mundo y, por extensión, la guerra. Esa dualidad Oriente/Occidente se refleja no ya sólo en los personajes de la historia, sino también en el uso de dos lenguas durante el metraje: el japonés y el inglés. Hasta el equipo técnico de la cinta estaba dividido entre profesionales británicos y nipones. Y tampoco parece baladí la elección de David Bowie y Ryuichi Sakamoto para sus respectivos papeles. No olvidemos que, por entonces, Sakamoto era a la música oriental lo que Bowie a la occidental. El propio Sakamoto compuso la inolvidable banda sonora de la película, convertida en todo un éxito internacional de ventas gracias a la versión pop (Forbidden Colours) que el polifacético músico de Nakano hizo del tema principal.


Si la relación entre el coronel Lawrence y el sargento Hara se caracteriza por una complicidad entre los dos no exenta de contradicciones (Hara agrede a Lawrence en diversas ocasiones), la del capitán Yonoi con el comandante Celliers resulta aún más compleja dado el (disimulado) carácter atormentado de ambos. En el caso del primero, debido a su comentada orientación sexual no aceptada; y en el del segundo, por culpa de un acontecimiento de su adolescencia que el director muestra a través de poéticos flashbacks.

Ôshima opta por una narración pausada de los acontecimientos. Su caligrafía visual se basa en lentos movimientos de cámara y una excepcional composición geométrica de planos. La puesta en escena es extremadamente sobria, abstracta por momentos. Sin duda, estamos ante el mejor trabajo de la filmografía del cineasta japonés.

Joya a redescubrir.



La edición de A Contracorriente Films.

9 comentarios:

  1. La música de Sakamoto y la carismática presencia de Bowie y Takeshi Kitano hacen especial a esta película. Coincido con tu valoración y tu comentario me parece muy acertado al decir que hay obras especiales cuya personalidad artística trasciende sus posibles defectos.
    "El imperio de los sentidos" es mi obra favorita de Oshima, y también tiene trabajos como "La ceremonia", "Cuentos crueles de juventud" o "El imperio de la pasión" que son realmente interesantes. Se podría decir que Oshima está en un segundo escalón, sin llegar al nivel de los mejores cineastas nipones, pero al mismo tiempo con algunas películas que son ya inmortales.
    Como "Feliz navidad, Mr. Lawrence".
    Un saludo.
    Un saludo.

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    1. A mí tanto 'El imperio de los sentidos' como 'El imperio de la pasión' me parecen bastante sobrevaloradas.

      Un saludo.

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    2. Mas allá de que sea fan, la presencia y actuación diría de Bowie es fundamental para que sea un gran film... La tendría que reveer para ver si pienso lo mismo hoy... Saludos...

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    3. Hola, JLO:
      Bowie está aquí magnífico. Quizá sea su mejor trabajo como actor.

      Un saludo.

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  2. Una película extraña y fascinante.

    Saludos.

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    1. De las que merece la pena revisar de vez en cuando, amigo.

      Un saludo.

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  3. He visto muy poco cine japonés y me gustaría conocerlo mejor. ¿Qué me recomiendas para empezar? Un saludo.

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    1. Yo empezaría con Kurosawa sin ninguna duda. También puedes introducirte con cineastas actuales como Koreeda, Yamada o Kawase.

      Saludos!

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  4. Muchísimas gracias por la recomendación!

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