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Calvary (ídem, 2014) de John Michael McDonagh.

“No desesperes, uno de los ladrones se salvó. No te confíes, uno de los ladrones fue condenado”.
(San Agustín)

El padre James Lavelle (Brendan Gleeson), párroco de la iglesia de un pequeño pueblo irlandés, es amenazado de muerte durante una confesión por uno de sus feligreses.


Si en Yo confieso (I Confess, 1953), infravalorado clásico de Alfred Hitchcock, el sacerdote interpretado por Montgomery Clift escuchaba de boca del asesino la revelación de un crimen que más tarde terminaría por implicarlo, debatiéndose entonces entre su inocencia y el secreto de confesión, en Calvary, segunda película del realizador y guionista británico John Michael McDonagh, el padre James, al que encarna un enorme, colosal Brendan Gleeson, recibe una amenaza directa de muerte por parte de uno de sus parroquianos que previamente le ha confesado haber sufrido abusos sexuales en manos de otro eclesiástico durante el pasado (se estima que en el seno de la Iglesia católica irlandesa se abusó de unos treinta y cinco mil niños entre los años cincuenta y los años ochenta). Con esta inquietante escena, limitada en su plasmación a un primer plano del protagonista, arranca el magnífico filme que nos ocupa.


Emulando a Gabriel García Márquez, podríamos definir a Calvary como la crónica de una muerte anunciada. El relato se estructura a lo largo de ocho días, de domingo a domingo. Una semana entera para que el padre James ponga en orden su propia vida (recibe la visita de su hija Fiona, a la que no ve desde hace algún tiempo y que ha intentado suicidarse) y la de la comunidad en la que ejerce su ministerio, antes de toparse en la playa con el frío rostro de la muerte, como el Antonius Block de El séptimo sello (Det sjunde inseglet, 1957), aunque su personaje recuerde más al del sheriff Will Kane de Solo ante el peligro (High Noon, 1952). Durante esos días asistiremos al calvario de un hombre bueno, íntegro, en el seno de una colectividad mediocre y frustrada. James deberá soportar el descreimiento y la ironía de sus feligreses, de variopintas edades y condición social, bajo cuyas acciones (criminales en determinados casos) subyace el peor de los vacíos existenciales. La figura del sacerdote ya no es lo que era. Los tiempos han cambiado, y su presencia, antaño innegociable, es vista ahora como el arcaico y molesto rescoldo de una antigua moral. McDonagh ha reconocido inspirarse para su película en el llamado modelo psiquiátrico de Kübler-Ross, también conocido como modelo de las cinco etapas del duelo (negación, ira, negociación, depresión y aceptación), normalmente aplicado a aquellas personas a las que se les diagnostica una enfermedad terminal, o que, como en este caso, deben enfrentarse a una situación traumática.


El director, que en su narración no prescinde de un cínico y oscuro sentido del humor, opta por una puesta en escena sobria (especialmente austero resulta el cuarto donde descansa el protagonista), que contrasta con la primigenia belleza del paisaje costero irlandés en las secuencias de exteriores.

Calvary contiene diálogos brillantes, incómodas reflexiones, un gran personaje central y un buen grupo de pintorescos secundarios. De lo mejorcito que veremos en nuestros cines a lo largo de este 2015.


8 comentarios:

  1. Buena critica. Me parece como dices uno de los mejores films del año, con capacidad reflexiva muy escasa en estos tiempos, con muy buena interpretacion de Brendan Gleeson y con destacable fotografia. También es muy ácida y con ritmo acorde a sus intenciones.
    Podrias hacer una lista a lo mejor del año, saludos.

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    1. Hola, Matías:
      A finales de cada año suelo hacer una lista con lo mejor del curso estrenado en España. "Calvary", que se estrenó hace pocas semanas, ya es candidata a figurar en esa lista.

      Un saludo.

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    2. Si, yo me refería a la de 2014, por tu respuesta al parecer ya la hiciste. Por ultimo decirte que es un excelente blogs y pedirte una critica de I vitelloni de Fellini, relegada injustamente en su filmografia

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    3. Hola, Ricardo:
      Hago acto de presencia para apoyar la propuesta de Matias Riv, ya que I vitelloni me ha encantado. Como siempre, excelente crítica.

      Saludos.

      Tobías.

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  2. Siento discrepar:

    El guión me parece mediocre, en su apariencia de telefilm americano, lleno de tópicos, un sentido del humor forzado y autodistanciado. Los actores salvan sus diálogos estúpidos -que no obstante contienen semillas de pensamiento crítico y poético, mal plasmadas.
    La planificación es tan previsible y tan chata, que rezamos para que el director no nos dé un final como "Seven", pero en malo: no se atreverá a cargarse al buen sacerdote, que como Cristo, expía los pecados de la Iglesia. Pues sí... lo hace, en un final bochornoso.
    La banda sonora es gris, y la fotografía bonita, pero sin poesía
    El tema está desaprovechado por falta de talento

    La interpretación de Gleeson es portentosa.

    La película prescindible. Por ejemplo, a su lado, Birdman, es una joya del séptimo arte.

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    1. Hola, Acorazado:
      Es sano discrepar. A mí "Birdman" me pareció bastante artificial y vacía. No en vano se impuso en los Óscar.

      Un saludo.

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    2. Discrepo, a su vez, contigo en el comentario sobre la banda sonora. Uno de los compositores más ''bellos'' de la actualidad (Patrick Cassidy), sin ningún trabajo mediocre y con un dominio absoluto de la sensibilidad y los detalles en este trabajo. El final (musicalmente hablando), contundente y hermoso, habla por sí solo. Un saludo afectuoso.

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  3. Esta película es una terrible metáfora sobre los pecados del hombre, en la que sus personajes no son piezas reales, más aún son pequeños, premeditados y forzados demonios en un akelarre brutal y de una hondura superlativa. Incendiaria y dolorosa en su cinismo, hermosa en el perdón. Una visión del mundo espeluznante.

    Se configura como una terrible metáfora y así debe de ser vista, pues en caso contrario no hemos entendido nada y las críticas de arriba poco o nulo recorrido atesoran. Los hechos, los personajes, las imbricaciones, sus vínculos, no son medibles bajo las exigencias narrativas al uso, son un teatro mundano sobre nuestra sociedad y sus pecados, una suerte de expiación terrible y dolorosa enfrentada a un pequeño hombre que se mira al espejo en el que se refleja él mismo y su mundo, el Mundo, que lo único que puede legar es su perdón en la figura de su hija.

    Leo crónicas y críticas, y observo que en todo momento se habla de la película como si todo lo que sucede en esa pequeña localidad, sus personajes en el límite de lo posible, los acontecimientos y los hechos fueran completamente reales y verosímiles.

    Para mi, todos los personajes que vemos y que están dibujados en la película no son, tal cual, un inhumano y cruel médico, un mandingo mecánico, una ninfómana mujer casada adicta al sexo, una hija de un sacerdote que suele cortarse las venas, un común, orondo y pueblerino sacerdote de pueblo irlandés, otro afectado sacerdote aprendiz, el rico del pueblo que se orina en las obras de arte que adquiere, un extraño y esquizoide asesino preso curiosamente recluido en una cercana cárcel, un resbaladizo obispo …, sería una imposible fauna humana metida con calzador. Si así lo analizamos, claro que pudiera producir la obra impostura en sus situaciones, personajes y diálogos.

    Yo lo entiendo todo como un alegórico zoológico ubicado precisamente en un pequeño y remoto lugar de precisamente uno de los países más religiosos del mundo. Desde ahí se configura un fresco apasionante sobre los pecados, no como se ha escrito de Irlanda (un análisis solo de la Irlanda actual), también del mundo. Un poderosísimo retrato que pone los pelos de punta, pues desnuda al animal humano y lo muestra imbricado en nuestra ruin sociedad de manera terrible. Desde esa visión y desde esa concepción la película es formidable, y cada diálogo, casa escena, cada personaje y concepto pueden ser infinitamente más, siendo sus costuras ajustadas a medida. Una película magistral.

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