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Soundtracks: Réquiem por un sueño (2000) de Clint Mansell.

Por Antonio Miranda.
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Absoluta destreza compositiva de Clint Mansell en una obra que categorizaría de maestra.

            ‘’Más allá de la obertura, es más bien poco lo que nos ofrece este trabajo’’. Estas palabras, que leí al no mucho tiempo de escuchar la música de Mansell, marcaron profundamente mis conclusiones tras detenidas escuchas. Inquieta cómo el oído humano, generalmente, no trabaja y se dedica cómodamente a percibir sensaciones. Esta banda sonora lo es, es transmisora de ellas, y no precisamente de bajo calibre.  Estúdiala y viaja con tus percepciones al interior del maravilloso entramado compositivo que origina el autor: pequeñas y delicadas percusiones, muy rítmicas, que nos acercan a la decadencia progresiva y bien definida de los protagonistas; sutiles líneas con doble orquestación, pero siempre dedicada al minimalismo electrónico, y no precisamente una electrónica actual, llena de efectos y sensacionales matices, sino sencilla, directa y retro.


 Clint Mansell se aleja inteligentemente, por otra parte, de la electrotecnia sutil y enloquecida únicamente para ofrecernos el tema principal, lleno de fuerza y presencia, con el que consigue guiar absolutamente la acción. Vayámonos a los extremos de la interpretación mental y veremos que Mansell, a mi juicio, supera al propio Darren Aronofsky (seguramente por deseo de este último). El camino y la sensibilidad que consigue el compositor son máximos en el complejo y extenso tema final (que realmente ha ido presentando durante todo el metraje). La orquesta de cuerdas, en contraposición al sistema electrónico, crece y vence y mata; son ellas, son los violines los que con su perdurable presencia van a derivar la demencia electrónica y vital de los personajes hacia un elemento común en ellos y el resto de los humanos: la muerte. Los personajes mueren por unirse, mueren por amar, mueren por vivir y es Clint Mansell quien anuncia, desde sus inicios, el final que les espera al introducir durante toda la película el tema orquestal. Entrelazados por todos lados: el sufrimiento, la vida y la relación social de las personas.

Clint Mansell.


Y un último tercio de la obra absolutamente devastador que nos obliga a ni siquiera respirar mientras se escucha, a degustar admirablemente cómo las notas chirriantes y afiladas de sus cuerdas, aderezadas con matices entre clásicos y robóticos, atraviesan ferozmente nuestra prosaica representación, únicamente dejando entender a los privilegiados del estudio dónde se dirigen y por quién son acompañadas (ellas son la muerte, escoltadas por los sonidos electrónicos, que representan la vida delirante de los protagonistas). Una música compuesta para desvarío del placer; una escena final (que se inicia con la aplicación de los métodos alternativos de la señora Goldfarb y abarca el final de cada personaje) a la que Mansell crucifica despiadadamente hasta encumbrar su música por encima de la imagen. Sorprendente. El inicio de las descargas sobre Sara Goldfarb supone esa barrera impuesta por Mansell en la que, estudiada la música, el oyente (espectador) entrará en el sentido de su composición. Hasta ese momento, su partitura es, desde el inicio del método alternativo y el comienzo de las secuencias finales de los personajes, uniforme y monótona; los instrumentos caminan a ritmo aeróbico uno junto a otro, como lo hacen las vidas de ellos…una junto a otra en la imagen (solitarias en la realidad), hasta que se produce la descarga sobre la pobre y vieja mujer (el inicio del fin) y el compositor, audaz, directo y certero nos atraviesa el entendimiento musical con la incorporación oxidada de las cuerdas ‘’electrónicas’’. Se inicia entonces ese fin, que se superpone, como melodía principal, al resto de ‘’aeróbicos instrumentos’’ que estaban sonando. Se inicia, al final del filme, el comienzo de la comprensión de la música en la película.


En conclusión, obra de difícil escucha, dura y obsesiva que disfrutará el oyente o espectador que no ponga límites a nada y que degustará aquel amante del arte complejo y trabajado.



Arrugas (2011) de Ignacio Ferreras.

“La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido”.
(Rabindranath Tagore)

Emilio, anciano con principio de Alzheimer, es recluido por sus familiares en una residencia para mayores. Allí conoce a Miguel, su compañero de habitación, un entrañable caradura de acento argentino con quien establecerá una hermosa relación de amistad.


Esta preciosa adaptación animada de la novela gráfica del historietista español Paco Roca (Premio Nacional del Cómic en 2008), quien también participa en la escritura del guión, constituye un conmovedor relato acerca de la amistad, la vejez, el paso del tiempo y la soledad, en un contexto, el de nuestra sociedad actual, donde algo tan natural como hacerse mayor, supone convertirse en un estorbo que es preciso dejar de lado. Como si ese puerto vital, el de la senectud, no fuera al que todos, un día u otro, iremos a parar.


Si bien es cierto que la película transita por lugares comunes a su temática (la degeneración física y mental, el sentimiento de soledad, los recuerdos), no lo es menos que lo hace sin caer nunca en la lágrima fácil o el sentimentalismo barato. Uno de sus mayores logros, al margen de su entrañable sentido del humor, es la veracidad que desprenden casi todos sus personajes, muy cercanos, pese a tratarse de simples dibujos animados. Cualquiera de nosotros puede reconocer entre ellos a alguien de su propio entorno. Ferreras acierta al alternar el tiempo presente con fugaces flashbacks del pasado del protagonista y alucinaciones de algunos de los pacientes de la residencia (la anciana que mientras mira la ventana de su habitación cree estar a bordo del Orient Express en dirección Estambul). La narración es fluida, lo que hace que sus apenas ochenta minutos de duración pasen en un santiamén. Pero lo mejor de todo es la bellísima relación de amistad que surge entre Emilio y Miguel, y cómo éste trata de disimular el empeoramiento progresivo de su amigo con el objetivo de evitar que lo trasladen a la temida planta de arriba, la de los incapacitados, el lugar del que nunca se regresa.


Arrugas, uno de los mejores filmes españoles de los últimos años, nos recuerda la importancia del amor desinteresado (la amistad es una de las mil caras del amor), el que se entrega sin esperar nada a cambio, y demuestra lo bien que se pueden hacer las cosas en este país en el ámbito del cine de animación, cuando se aúnan talento y medios para conseguirlo.

Más que notable. Deliciosa.


El viento que agita la cebada (The Wind that Shakes the Barley, 2006) de Ken Loach.

“Me volví hacia el jardín del amor, y sacerdotes con hábitos negros caminaban a su alrededor y ataban con brezos mis alegrías y deseos”.
(William Blake)

Irlanda, 1920. En plena guerra anglo-irlandesa, Damien O'Donovan (Cillian Murphy) decide abandonar su prometedora carrera como médico para alistarse en el ejército republicano irlandés, al que también pertenece su hermano mayor, Teddy (Padraic Delaney).


Si obviamos su flagrante discurso maniqueo, muy próximo a la manipulación ideológica, estaremos de acuerdo en considerar a The Wind that Shakes the Barley, drama histórico y familiar que se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2006, como uno de los trabajos más destacados de la filmografía del irregular realizador británico Ken Loach. El filme se centra en los años más tensos y convulsos de la llamada Guerra de independencia irlandesa, así como en el posterior conflicto civil irlandés que resultó del Tratado Anglo-irlandés de 1921 y la creación del Estado Libre irlandés en 1922.


La película se estructura en dos partes, cuyo punto de inflexión es la referida tregua de 1921 y el ulterior Tratado, del que Loach nos informa (también a los propios personajes) en una magnífica secuencia que tiene lugar en el interior de una sala de cine, y que sirve de homenaje tanto al cinematógrafo en general, como a los viejos noticiarios en particular. Durante la primera de ellas, la más conseguida en mi opinión, asistimos a la formación, entrenamiento y primeras actividades violentas llevadas a cabo por un grupo de irlandeses frente a los opresores ingleses (descritos estos últimos como unos auténticos hijos de puta). Al mismo tiempo sirve de presentación de los tres personajes principales de la historia: los hermanos Damien y Teddy O´Donovan, de caracteres diferentes, y la joven Sinead (Orla Fitzgerald), enamorada del primero. Resulta muy interesante la evolución del personaje de Damien, el gran protagonista del filme, que si en un principio parece mantenerse al margen del conflicto que asola a su país (planea marcharse a Londres para ejercer su profesión de médico), termina por adoptar una postura ideológica mucho más extrema que la de su hermano, lo que implicará un trágico enfrentamiento entre ambos. Esa confrontación entre uno y otro, entre los irlandeses que se conforman con las condiciones del Tratado de paz y los que no, es la que preside la segunda parte de la obra, resuelta de manera algo precipitada por el autor de Tierra y libertad (Land and Freedom, 1995).


Por lo demás, la cinta sobresale por su sobriedad narrativa y visual, manteniéndose como una obra bella (los planos generales de la campiña irlandesa son impresionantes) pese a los crudos acontecimientos históricos que retrata.

Una lástima que a Loach se le note demasiado de qué parte está. En cualquier caso, notable ejercicio de buen cine.


Las diez mejores "trilogías" de la historia del cine.


1. Trilogía sobre la falta de fe en el mundo, Andrei Tarkovsky:



Stalker (ídem, 1979).


Nostalgia (Nostalghia, 1983).


Sacrificio (Offret, 1986).


2. Trilogía sobre la fe y la religión, Carl Theodor Dreyer:



La pasión de Juana de Arco (La passion de Jeanne d'Arc, 1928).


Dies irae (Vredens dag, 1943).


Ordet (La palabra) (Ordet, 1955).


3. Trilogía sobre Noriko, Yasujirô Ozu:



Primavera tardí(Banshun, 1949).


Principios de verano (Bakushû, 1951).


Cuentos de Tokio (Tôkyô monogatari, 1953).


4. Trilogía sobre el apocalipsis y el cambio de statu quo, Béla Tarr:



Sátántangó (ídem, 1994).


Armonías de Werckmeister (Werckmeister harmóniák, 2000).


El caballo de Turín (A torinói ló, 2011).


5. Trilogía sobre el silencio de Dios, Ingmar Bergman:



Como en un espejo (Såsom i en spegel, 1961).


Los comulgantes (Nattvardsgästerna, 1963).


El silencio (Tystnaden, 1963).


6. Trilogía de los apartamentos, Roman Polanski:



Repulsión (Repulsion, 1965).



La semilla del diablo (Rosemary's Baby, 1968).



El quimérico inquilino (Le locataire, 1976).


7. Trilogía de Apu, Satyajit Ray:




Pather Panchali (La canción del camino) (Pather Panchali, 1955).



Aparajito (El invencible) (Aparajito, 1956).



Apu Sansar (El mundo de Apu) (Apur Sansar, 1959).


8. Trilogía sobre Shakespeare, Orson Welles:



Macbeth (ídem, 1948).


Otelo (The Tragedy of Othello: The Moor of Venice, 1952).


Campanadas a medianoche (Falstaff - Chimes at Midnight, 1965).


9. Trilogía de El padrino, Francis Ford Coppola:




El padrino (The Godfather, 1972).


El padrino, Parte II (The Godfather: Part II, 1974).


El padrino, Parte III (The Godfather: Part III, 1990).


10. Trilogía sobre la caballería, John Ford:



Fort Apache (ídem, 1948).


La legión invencible (She Wore a Yellow Ribbon, 1949).


Río Grande (Rio Grande, 1950).