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Manhattan (ídem, 1979) de Woody Allen.

“Cien veces he pensado que Nueva York es una catástrofe, y cincuenta veces que es una hermosa catástrofe”.
(Le Corbusier)

Isaac Davis (Woody Allen), guionista de gags para la televisión que ya pasa de los cuarenta, sale con una adolescente (Mariel Hemingway) y mantiene una difícil relación con su ex esposa lesbiana (Meryl Streep), quien está a punto de publicar un libro donde detalla algunas intimidades referidas a su fracasado matrimonio. Además, se enamora de Mary (Diane Keaton), la amante pseudointelectual de su mejor amigo (Michael Murphy).


“Capítulo Primero. Él adoraba Nueva York, la idolatraba de un modo desproporcionado…”. Con esta declaración de amor sin condiciones a Nueva York comienza Manhattan, al mismo tiempo que una sucesión de imágenes, bellamente fotografiadas en blanco y negro por Gordon Willis, muestra algunos de los rincones más reconocibles de la metrópoli estadounidense. La película que nos ocupa es, qué duda cabe, uno de los trabajos más satisfactorios de su autor, que compone un delicioso y romántico poema dedicado a su querida ciudad natal. 


Manhattan es una obra divertida, inteligente, sarcástica, tierna, amarga. Un filme que ahonda en las complejas relaciones de pareja bajo las luces de Broadway y a la sombra del puente de Queensboro. Allen escribe unos diálogos memorables acerca de la vida, el amor, el sexo o el arte. La maravillosa música de George Gershwin acompaña las idas y venidas sentimentales de unos personajes que no saben lo que quieren. La neurosis de la gran urbe de cemento ha terminado por convertir sus vidas en un caos emocional indescifrable. Ahí está Isaac Davis (genial composición del propio Allen), judío de mediana edad que odia su trabajo y ha dejado de tener fe en las personas que lo rodean. Su segunda esposa lo abandonó por otra mujer, tiene una relación erótico-festiva con una chica de diecisiete años y ahora se enamora de la amante de su mejor/único amigo, que, para colmo de males, resulta ser una esnob engreída incapaz de apreciar el cine de su admirado Ingmar Bergman (“Si llega a decir algo más sobre Ingmar Bergman le saco de un puñetazo las lentes de contacto”). Está claro que lo suyo no es encontrar la felicidad al lado de una mujer. Menos mal que siempre quedará París, o como él mismo dice: “Groucho Marx, Jimmy Connors, el segundo movimiento de la Sinfonía Júpiter, Louis Armstrong y su grabación Potato Head Blues, algunas películas suecas, La educación sentimental de Flaubert, Marlon Brando, Frank Sinatra, las increíbles manzanas y peras de Cézanne, los mariscos de Sam Wo´s, el rostro de Tracy…”.


Al margen de la ya mítica postal de Allen y Keaton sentados en un banco al amanecer frente al puente de Queensboro, la cual se utilizó en el cartel original de la película, en Manhattan hallamos otros momentos igualmente grandiosos, como el mágico paseo de ambos por el interior del planetario o la regañiña de Isaac a su amigo Yale en un aula, junto al que parece ser el esqueleto de un Australopithecus boisei. Desde luego, ¡qué poco hemos evolucionado!


15 comentarios:

  1. Dijo: "Sí, judias", ¿comprendes? "Ju-dí-as".
    Es una de mis películas predilectas de Woody Allen. Tb. "Match Point". Pienso que es su última gran película. A ver si la comentas. Y una lista de las 10 mejores, por pedir... :).
    Salu2.

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    1. Hola, Francisco:
      La verdad es que Allen ha bajado mucho el nivel en los últimos veinte años. Quizá haga demasiadas películas. Veremos qué tal le sale "Blue Jasmine".

      Un saludo.

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  2. Tengo que regresar a Woody Allen,siempre fue uno de mis favoritos sobre todo en mi juventud.Me encanta esa imagen de Allen y Diane sentados en el banco contemplando el puente , me gustan los diálogos de la mayoría de sus películas y la manera en que de alguna forma los personajes de algunas de sus películas dialogan con el público.
    Saludos.

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    1. Hola, Yuri:
      Me alegra verte por aquí después de tanto tiempo. Te recuerdo como uno de los primeros seguidores del blog :). Gracias por seguir ahí.

      Un saludo.

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  3. Puede que no sea su película más importante (¿es "Annie Hall"?) pero es mi preferida. Es divertida y tierna, es redonda, es admirable, tiene esa fotografía, esa música de George Gershwin... Sólo lamento no poder volver a verla en pantalla grande como en su estreno en el Club Coliseum de Barcelona allá por 1979. Saludos.

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    1. Hola, ricard:
      Qué suerte la tuya, "Manhattan" en pantalla grande. Es la ventaja que tenéis los cinéfilos de más edad. Por entonces yo estaba en la mente de Dios :).

      Un saludo.

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    2. Lo malo es que somos muy viejunos, jaja.

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    3. Mientras seas joven de corazón ;)

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  4. Jajaja, lo de las "judías" es de "Annie Hall"..."Wagner está de oferta". "Manhattan" y "Hannah y sus hermanas" son las dos películas de mi vida.

    Saludos

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    1. Hola, Sergio:
      Cierto, lo de las judías pertenece a "Annie Hall".

      Un saludo.

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    2. Ufff, menudo lapsus. Y eso que el único guión de cine que he leído en mi vida es precisamente el de "Anne Hall". El cine de Allen lo empecé a ver por orden cronológico hace unos doce años quizá por eso este gag lo tenga en la memoria en blanco y negro :).
      Hace unos días vi "A Roma con amor" y no me disgustó del todo y la razón puede estar en que he bajado muchísimo las expectativas.

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  5. Divertida cuando ya te conoces todos los diálogos, pero para los primeros visionados ese adjetivo se me queda corto. Es increíble la capacidad que tiene Allen para tratar los temas más profundos con tanta ligereza y sentido del humor, para mí es sin duda el Bergman de la comedia.

    Un saludo.

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    1. Hola, David:
      Al bueno de Allen le encantaría tu comparación con Bergman. Yo los veo muy, muy diferentes.

      Un saludo.

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    2. Hombre a lo mejor me emocioné un poco con la comparación, aun así tú mismo apuntas: "Allen escribe unos diálogos memorables acerca de la vida, el amor, el sexo o el arte." Y aunque no siempre compartan puntos de vista ¿no son estas las mismas preocupaciones que inundan la filmografía del sueco?

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    3. No digo que no puedan compartir reflexiones existenciales similares en momentos concretos, pero el tono de uno y otro es muy diferente. En cualquier caso, es cierto que a Allen le encanta Bergman, y la influencia del sueco en su obra se detecta con facilidad.

      Un saludo.

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