Joe Gillis (William Holden) es un mediocre guionista sin un centavo en el bolsillo, que va a parar a una vieja mansión ubicada en Sunset Boulevard en la que reside la vieja estrella del cine mudo Norma Desmond (Gloria Swanson), junto a su fiel mayordomo Max (Erich von Stroheim). Joe será contratado por la extravagante propietaria para que la ayude a pulir un guión que ella mismo ha escrito.
Espléndido y mítico filme con el que Wilder reflexiona, de manera cínica y sombría, sobre la propia industria cinematográfica de Hollywood: fábrica de sueños, pero también de historias tan sórdidas y desgarradoras como la que se nos presenta.
A caballo entre el género negro, el drama psicológico e incluso el cine de terror, se encuentra el brillante guión escrito por el propio Wilder, Charles Brackett y D.M. Marshman Jr., al que sólo cabe reprochar la inclusión de una insípida subtrama amorosa carente de fuerza (entre los personajes de Holden y Olson) que resta redondez a su conjunto.
La película, cuya estructura está ocupada casi en su totalidad por un largo flashback (sólo la introducción y el desenlace de la misma acontecen en tiempo presente), ejemplifica a la perfección lo que debe ser una narración homodiegética (aquella en la que el sujeto que narra, es también el principal protagonista de lo narrado), con la particularidad de que aquí la voz en off corresponde a un individuo que ya ha fallecido, lo que nos recuerda al comienzo de Monsieur Verdoux (ídem, 1947) de Charles Chaplin.
Dos elementos muy destacados de la cinta son la dirección artística (impresionante resulta la decadente y tétrica mansión de Norma) y la partitura de Franz Waxman (compositor esencial en la historia del cine); aunque, sin duda, el mayor acierto de todos fue la elección de un reparto excelente y muy adecuado. No olvidemos que Gloria Swanson, al igual que su alter ego en la pantalla, había sido una actriz famosa en los tiempos del silente, para caer, como otros muchos, en el más absoluto olvido tras la llegada del cine sonoro. Estaba retirada cuando Wilder la reclamó para la filmación de Sunset Boulevard. Su performance de la desequilibrada Norma Desmond se halla, por derecho propio, entre las interpretaciones femeninas más inolvidables del Séptimo Arte. No menos acertada fue la decisión de optar por Erich von Stroheim para que encarnara a Max, abnegado mayordomo y primer marido de Norma, que como su propio intérprete, había sido uno de los directores más destacados del período mudo. Ante dos presencias tan abrumadoras, bastante hace William Holden con aguantar el tipo con su interpretación de un gigoló aprovechado.
¿El mejor momento del filme? Evidentemente, su final: Norma, tras asesinar a Joe, entra en un estado de profunda enajenación. Decenas de policías y periodistas acuden a su mansión. Los primeros quieren esclarecer lo sucedido; los segundos, fotografiar y filmar a la antigua diva. Los ojos de Norma parecen iluminarse al escuchar la palabra "cámaras". Ha llegado el momento; por fin puede interpretar el papel de Salomé que durante tanto tiempo había deseado. Luces, cámaras, ¡acción! Max vuelve a ocupar el rol de director, abandonado tiempo atrás. Ella se dispone a bajar las escaleras, algo que hace con una pose casi grotesca. Se detiene abajo y entona un discurso revelador: “¡Qué alegría me da estar otra vez en el estudio rodando una película! No saben cuánto les he echado de menos. No volveré a abandonarles. Porque después de Salomé haremos otra película, y después otra. Esta es mi vida, siempre lo será… no hay nada más. Sólo nosotros, las cámaras y toda esa gente maravillosa en la oscuridad”. Ya está lista para su primer plano. Se acerca a la cámara (a nosotros), su rostro refleja una escalofriante demencia. La imagen se va tornando borrosa hasta fundirse en negro. Fin.