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Principios de verano (Bakushû, 1951) de Yasujiro Ozu.


Bajo un mismo techo conviven una pareja de ancianos, su hija Noriko (Setsuko Hara), su hijo Koichi (Chishu Ryu) y la mujer y los dos hijos pequeños de éste. Noriko tiene ya veintiocho años, y sus familiares y allegados consideran que ya es hora de que contraiga matrimonio.


En Bakushû, el maestro japonés vuelve a poner de manifiesto su sabiduría vital y cinematográfica centrándose, en este caso, en un hermoso e inevitable proceso de desmembramiento familiar derivado del paso del tiempo (tema capital en Ozu).

Tratándose de Ozu, nos encontramos, claro está, ante un shomin-geki o filme de temática cotidiana y contemporánea, género al que dedicó la totalidad de su filmografía a excepción de su primera película, La espada de la penitencia (Zange no yaiba, 1927), que no se conserva en la actualidad, y que se adscribía al jidai-geki o filme de temática histórica.

El eje en torno al cual gira la trama, son los intentos de los familiares de Noriko por encontrarle un buen pretendiente, anécdota que hace que nos remontemos a Primavera tardía (Banshun, 1949), y que se repetirá en buena parte de su obra posterior.


El tono general de la película es el de una comedia ligera que, sin embargo, en su último tramo irá transitando hacia situaciones más tensas que acabarán por desembocar en un conmovedor y hermoso final.

La cámara prácticamente inmóvil de Ozu (tan sólo se dan algunos lentos y bellos travellings), el alarde en la composición de planos y el lirismo humanista habitual de su autor, dan lugar a uno de los filmes más deliciosos e irresistibles de su carrera.

Con la breve visita del abuelo, coincidirán en la misma casa cuatro generaciones de una misma familia. El contraste/enfrentamiento entre las distintas generaciones es uno de los temas esenciales en la obra de Ozu, algo lógico si tenemos en cuenta que él mismo presenció las transformaciones culturales acaecidas en su país tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial.

En este sentido, su posición es clara y se refleja en sus películas, donde los ancianos suelen ser personas sabias y serenas,  mientras que los jóvenes se debaten entre la filiación a sus raíces históricas y la modernidad (debido a la influencia norteamericana), y los niños aparecen siempre como seres egoístas y respondones frente a sus mayores.


 Aquí, los dos hijos pequeños de Koichi se fugarán de casa durante unas horas debido a que no les compran más vías para su tren eléctrico. Esta rebeldía infantil nos hace pensar en su gran obra muda He nacido, pero… (Umarete wa mita keredo, 1932), en la que los niños se enfrentaban a su progenitor al considerarlo un fracasado y un pelele frente a su jefe, y a la posterior e inolvidable Buenos Días (Ohayo, 1959), donde los infantes se negaban a hablar como respuesta a la decisión de su padre de no comprarles un televisor.

No sería justo acabar el comentario sin hacer referencia a la excelente labor realizada por todos y cada uno de los actores que participan en la cinta, destacando a la siempre angelical y encantadora Setsuko Hara. Ozu, al igual que otros grandes directores como Ford o Bergman, siempre trabajaba con su habitual “trouppe”. 

Estamos, en definitiva, ante otra obra maestra del maestro nipón, del que casi todos conocen su inmortal Cuentos de Tokio (Tokyo monogatari, 1953), pero cuya obra va mucho más allá, constituyendo uno de los logros más reseñables de la historia del cine.

1 comentario:

  1. Realmente es muy difícil decidirse por una de las tres películas de la trilogía de Noriko, y ni falta que hace. Me gustan todas. Quizá las otras dos ('Primavera tardía' y 'Cuentos de Tokio') son más hondas que esta, tienen más patetismo, digamos (muy acertado, Ricardo, eso que dices del tono de comedia ligera). Pero 'Principios de verano' tiene una rareza especial. Aquí Noriko sorprende a todos decidiendo casarse con un hombre viudo y que, además, tiene una hija (todos creían que aceptaría casarse con otro, y por la conversación que tiene con la cuñada en la playa sabemos que ella confía más en un padre que en un soltero de 40 años, por muy de oro que sea). La película está llena de escenas para el recuerdo; me quedo con tres: la escapada de los niños porque el padre no les ha regalado vías de tren, el paseo de Noriko y la cuñada por la playa, y las fotos de familia previas a la partida de Noriko.

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