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Muñecos infernales (The Devil Doll, 1936) de Tod Browning.


Paul Lavond (Lionel Barrymore) huye de la isla del Diablo, donde fue prisionero durante diecisiete años a consecuencia de un delito que no cometió. Junto a él se fuga Marcel (Henry B. Walthall), un científico loco que desea proseguir con sus experimentos, y que cuenta con la ayuda de su esposa Malita (Rafaela Ottiano). Paul hará uso de los descubrimientos científicos de Marcel para vengarse de los que causaron su encierro.



Notable filme fantástico que mezcla con éxito el terror, la ciencia-ficción, la trama policial y el melodrama.

Tod Browning, director de clásicos como Garras humanas (The Unknown,1927), Drácula (ídem,1931) o La parada de los monstruos (Freaks,1932), vuelve a hacer gala de su gusto por el disfraz y las rarezas físicas, valiéndose en este caso de seres humanos miniaturizados y carentes de voluntad.

Los efectos especiales están realmente logrados para la época, gracias a la utilización de la doble exposición de la película y a la construcción de decorados gigantes por parte de Cedric Gibbons.

La película cuenta con una excepcional performance de Lionel Barrymore, quien bajo la apariencia de una viejecita que ostenta una tienda de juguetes en París (lo que nos recuerda al personaje de Lon Chaney en la también película de Browning El trío fantástico [The Unholy Three, 1925]) causará estragos entre sus antiguos socios. Las criaturas miniaturizadas, a las que controla mentalmente, serán el medio que le sirva para ejecutar su venganza y limpiar su nombre.


Los actos delictivos de Lavond están justificados, puesto que nacen de la ira producida por haber sido alejado cruelmente de sus seres queridos. Sin embargo, estos mismos actos se convertirán en una losa pesada sobre su conciencia, que ahora sí es culpable, apartándolo definitivamente de aquello que quería recuperar.

Además de Barrymore, en la labor interpretativa también hay que destacar la extraña presencia de una Rafaela Ottiano coja, loca y con un enorme mechón blanco en el pelo; así como a Maureen O´Sullivan, la “compañera de Tarzán”, que hace aquí de la amargada y lacrimógena hija de Paul. 


Una vez visionado el filme, las secuencias que más se recuerdan son aquellas en las que los pequeños seres humanos llevan a cabo la voluntad vengativa de Paul. Como esa en la que la “muñeca Lachna” roba las joyas de la esposa de uno de los enemigos de Lavond en su propio dormitorio,  aprovechándose de la oscuridad y el silencio de la noche.


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