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L´atalante (L´Atalante, 1934) de Jean Vigo.

“Un loco enamorado sería capaz de hacer fuegos artificiales con el sol, la luna y las estrellas para recuperar a su amada”.
(Goethe)

Jean (Jean Dasté) y Juliette (Dita Parlo) son una pareja de recién casados que pasa su luna de miel a bordo de L´atalante, una barcaza que navega a través de los canales del río Sena.


A veces me pregunto qué nos hubiera deparado la obra del cineasta francés Jean Vigo, de no haber sido por su prematura muerte a la edad de veintinueve años a causa de una tuberculosis. Su exigua filmografía se compone tan sólo de dos cortometrajes documentales, A propósito de Niza (À propos de Nice, 1930) y Taris, rey del agua (Taris, roi de l´eau, 1931), un mediometraje, Cero en conducta (Zéro de conduite: Jeunes diables au collège, 1933), y un único largometraje, el que ahora nos ocupa: una película única en su especie; maravilloso relato, mezcla de magia, romance y realismo poético, que versa sobre los sabores y sinsabores de la vida en pareja. L´Atalante, aun con lo dicho, no ha envejecido del todo bien. Y es que, como muchos otros títulos de su época, se sitúa a caballo entre el cine mudo y el sonoro, sin que pertenezca plenamente a ninguno de ellos. Y eso se nota.


Una pareja de recién casados saliendo de la iglesia seguida de un séquito de familiares y amigos que la despiden a su partida, una novia vestida de blanco caminando sobre la cubierta de una gabarra que se desplaza entre brumas, un enamorado desesperado que se arroja al fondo del río en busca de la imagen de su amada, un montaje en paralelo que muestra cómo los amantes “hacen” el amor en la distancia… estampas imborrables (y casualmente silentes) todas ellas pertenecientes a la poética visual de Vigo, quien utiliza planos inusuales para la época, tanto por su duración como por la colocación de la cámara. En L´Atalante, al contrario de lo que sucedía en la obra maestra de F.W. Murnau Amanecer (Sunrise: A Song of Two Humans, 1927), la gran urbe moderna, con sus luces, escaparates, y tentaciones diversas, distancia a la pareja protagonista, que previamente ha caído en la monótona convivencia que sigue a la inicial ilusión de compartir vida (y espacio) con el ser amado. El personaje de Juliette, en un claro ejemplo de bovarismo cinematográfico, se harta pronto de las estrecheces e incomodidades de la vida a bordo (en la pequeña embarcación, además de ella y su esposo Jean, también conviven el tío Jules, los innumerables gatos de éste y un jovencísimo ayudante), soñando con una vida más alegre y satisfactoria en la gran ciudad. Sin embargo, como en la tina todo lo blanco no es harina, o, si lo prefieren, porque no es oro todo lo que reluce, Juliette, tras escapar furtivamente de L´atalante y permanecer unas horas en la ciudad, se dará cuenta del error cometido. Y es que, volviendo a tirar del sabio refranero español, ya saben ustedes aquello de que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.


A pesar de que los vaivenes amorosos de la relación Jean/Juliette constituyen el elemento central de la trama, L´Atalante pertenece, al menos en mi recuerdo (y creo que en el de la mayoría de cinéfilos), al entrañable tío Jules al que interpreta Michel Simon. Ese viejo lobo de mar, borracho y tramposo, que conoce todos los secretos de su profesión y de la vida. La secuencia en la que muestra a Juliette un sinfín de cachivaches de todo tipo, acumulados a lo largo de los años en sus viajes por medio mundo, resulta simplemente mágica.

Un clásico.


2 comentarios:

  1. Jean Vigo me recuerda, por su talento y corta filmografía, al mexicano Rubén Gámez, ¿conoces su obra? No creo que pueda compararse con la del director de "L'Atalante", pero tiene cosas que sobresalen tratándose de un cine tan convencional como es el de México (sin incluir a Reygadas y asociados).

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    1. Hola Sanctus,
      Admito no haber visto nada de Rubén Gámez :(

      Un saludo.

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