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El regreso (Vozvrashchenie, 2003) de Andrei Zvyagintsev.

“Por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre”.
(Enrique Jardiel Poncela)

Dos hermanos adolescentes, Andrei (Vladimir Garin) e Ivan (Ivan Drobonravov), ven alteradas sus vidas con el regreso a casa de su padre (Konstantin Lavronenko) después de doce años de ausencia.


Impresionante ópera prima del realizador ruso Andrei Zvyagintsev premiada con el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia. Vozvrashchenie, doloroso drama paterno-filial, constituye uno de los mayores logros de la cinematografía europea de la pasada década. Sus poderosas imágenes, grabadas de manera indeleble en la retina del espectador, le valieron a Zvyagintsev ser equiparado con el mismísimo Andrei Tarkovsky, con quien, además de nombre y patria, comparte cierto sentido poético-simbólico de la imagen. Al igual que el autor de Stalker, Zvyagintsev realza la textura de los materiales que aparecen en pantalla, capta con agudeza los sonidos de la naturaleza y utiliza el travelling como uno de los instrumentos esenciales de su caligrafía.


La película se abre con la fantasmagórica estampa de una barca hundida en el fondo del océano. Esta primera imagen adquiere su significado al final, una vez se haya completado el visionado de la obra. Zvyagintsev estructura la trama a lo largo de casi una semana, dividiendo en episodios la acción correspondiente a cada día (domingo, lunes, martes, miércoles…). El regreso es una road movie, puesto que durante gran parte de su metraje vemos a los personajes desplazándose de un lugar a otro sin saber exactamente hacia dónde se dirigen. Este viaje que llevan a cabo el padre y sus dos hijos por los bellos parajes del norte de Rusia (portentosa fotografía en tonos ceniza de Mikhail Kritchman), supone la premisa argumental sobre la que el realizador de Novosibirsk va levantando una empalizada de emociones y sentimientos que irán ganando en intensidad conforme transcurran los minutos. Frente a la severa figura del progenitor, al que Zvyagintsev presenta tumbado en la cama cual Cristo muerto de Mantegna, y del que apenas sabemos (ni sabremos) nada, cada hijo opta por mantener una actitud diferente: la condescendencia de Andrei, el mayor, en contraposición con la rebeldía de Ivan, el pequeño y más rencoroso, y, por tanto, el principal foco de las tensiones que surjan.


Antes de que el filme se cierre con una recopilación de fotografías en blanco y negro tomadas por los dos chicos a lo largo del viaje, en las que se muestran escenas inéditas del camino recorrido, el espectador habrá asistido a una concatenación de secuencias donde la brillantez formal funciona como vehículo al servicio de su mítico sentido narrativo. 


2 comentarios:

  1. Muy buena crítica, me gustó mucho cuando la vi. Excelente. Gracias por compartir tan buen cine.Me gusta lo que publicas. Salud.

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    1. Hola, DMClarisa:
      Simplemente me limito a servir de altavoz para un tipo de cine del que no se suele hablar en los medios. Gracias a ti por comentar :)

      Un saludo.

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