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El experimento del Dr. Quatermass (The Quatermass Experiment, 1955) de Val Guest.


Un cohete espacial que había sido puesto en órbita tiempo atrás por el doctor Quatermass (Brian Donlevy), regresa a la Tierra aterrizando de manera accidentada. Sólo uno de los tres astronautas de a bordo se mantiene con vida (Richard Wordsworth), aunque padece una extraña enfermedad que progresivamente lo hará mutar en una criatura monstruosa.


Este clásico británico que mezcla con acierto ciencia-ficción y terror, supuso el primer gran éxito de la productora Hammer, fundada en 1934 por Enrique Carreras, empresario español afincado en Londres. Se basa en una serie de televisión del mismo título emitida por la BBC.

Su influencia posterior ha resultado innegable, tal y como se puede comprobar en películas como Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) de Ridley Scott o La mosca (The Fly, 1986) de David Cronenberg. El respaldo que recibió por parte del público de la época, hizo que se realizaran dos estupendas secuelas: Quatermass 2 (ídem, 1957) y ¿Qué sucedió entonces? (Quatermass and the Pit, 1967).


El filme nos advierte acerca del peligro que puede conllevar la exploración del desconocido espacio exterior. Después de una aterradora experiencia en el interior de la nave, el astronauta Victor Carroon traerá consigo una forma de vida alienígena capaz de reproducirse con asombrosa rapidez. El sufrido protagonista, controlado por el organismo extraterrestre, irá degenerando física y mentalmente hacia un ser amorfo y devastador que se alimenta de seres vivos a los que absorbe (Cronenberg seguiría un esquema similar en lo concerniente a la evolución del personaje principal de su citada The Fly).  

Guest otorga a la cinta el pulso y la tensión narrativa necesarias para atrapar al estremecido espectador, que se ve envuelto en una conseguida y amenazante atmósfera acentuada por la inquietante partitura de James Bernard.


Entre las secuencias a recordar, destaco el encuentro entre el infectado Victor y una niña a orillas de un río, el cual remite al Frankenstein de James Whale, así como el final en el interior de la histórica Abadía de Westminster.

Quedan ustedes avisados. No se presenten como voluntarios a ningún viaje espacial, que uno nunca sabe lo que se puede encontrar allá arriba.

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