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Páginas del libro de Satán (Blade af Satans bog, 1921) de Carl Theodor Dreyer.


“El cineasta no tiene que interesarse por las cosas de la realidad, sino por la esencia que hay dentro y detrás de esas cosas”.

(Carl Th. Dreyer)

Tras pecar, Satán (Helge Nissen), el ángel caído, es condenado por Dios a vagar entre los hombres para tentarlos con la semilla del mal. La película nos muestra las andanzas de este personaje maldito a lo largo de cuatro períodos diferentes de la historia: la Palestina del siglo primero, la España inquisitorial, la Francia revolucionaria y la Finlandia de 1918. 


Blade af Satans bog, es una de las grandes obras silentes del maestro danés. Basado en una novela de Marie Corelli, el filme está influido por la monumental Intolerancia (Intolerance, 1916) de D. W. Griffith, y en él también encontramos algunos elementos que nos remiten al Melmoth el errabundo de Charles Robert Maturin (en ambos, el atormentado protagonista depende la voluntad humana para liberarse de su condena). Toda la película supone una reflexión sobre cómo el mal se posa sobre las almas (tema habitual en Dreyer), incitándolas a cometer actos que las acaban corroyendo.

El primer episodio se centra en los últimos días de la vida de Jesucristo (Halvard Hoff), justo antes de su prendimiento. Por todos es conocido que el proyecto soñado de Dreyer, no era otro que el de realizar una obra sobre la figura de Jesús de Nazaret. Lamentablemente (no tengo ninguna duda de que habría sido una de las mejores películas de la historia del cine), nunca consiguió llevarlo a buen puerto por falta de financiación, aunque nos dejó un excelente y detallado guión cuya lectura recomiendo a todos los admiradores del autor de Ordet.


Con un hermoso sentido pictórico de la composición que recuerda a la pureza de los prerrafaelitas, Dreyer ofrece su visión sobre algunos pasajes del Nuevo Testamento como la unción de Cristo, la última cena o la oración en Getsemaní. Aquí, el Diablo se encarna en un fariseo que convence a Judas (Jacob Texiere) para que traicione a su maestro. 

La segunda historia nos traslada a la Sevilla del siglo XVI. En ella, el director aborda uno de los asuntos que más tarde tratará en La pasión de Juana de Arco y Dies irae: el fanatismo religioso. Satán asume el rol de Gran Inquisidor que instiga a un monje (Johannes Meyer), para que este conduzca a la hoguera a la joven de la que está enamorado. Por su ascetismo estilístico y su abstracta puesta en escena, es el episodio que mejor anticipa hacia dónde se va a ir encaminando el lenguaje dreyeriano.


El tercer capítulo se ubica en la Francia de 1793, durante el período del “Terror Jacobino”. A mi juicio, es el más conseguido de todos, constituyendo en sí mismo una pequeña obra maestra. De manera paralela, narra dos dramas: el de la Reina consorte María Antonieta (Tenna Kraft), que encerrada en la prisión de la Conciergerie espera a ser guillotinada; y el de la condesa de Chambord (Emma Wiehe) y su hija Genevieve (Jeanne Tramcourt), que se ocultan en París para no ser descubiertas. El responsable del fatídico destino de las tres mujeres, será el mezquino Joseph (Elith Pio), quien no podrá resistirse a las tentaciones del Diablo. El tratamiento que Dreyer da al personaje de María Antonieta, a la que dota de una pose cercana a la santidad, es muy similar al que posteriormente dará a Juana de Arco en su filme de 1928.


La película se cierra con un episodio contemporáneo, probablemente el menos brillante de los cuatro, el cual acontece en medio de la guerra civil finlandesa de 1918. Al igual que sucediera en las dos historias anteriores, el deseo de poseer a una mujer será el desencadenante de la tragedia. La fémina en cuestión es Siri (Clara Pontoppidan), la única que no caerá en el malévolo juego de Satán, prefiriendo el sacrificio a la traición a su marido y a su patria. Destacan, por ser poco habituales en la filmografía del cineasta danés, las secuencias de acción, a las que Dreyer imprime el ritmo y la tensión adecuadas.


Pese a que, en términos generales, no alcance la sublime e incomparable maestría de sus mejores trabajos, Páginas del libro de Satán se revela como una obra esencial en la trayectoria de uno de los mayores artistas del séptimo arte.

6 comentarios:

  1. Para quien no la haya visto se puede encontrar en google videos.

    Efectivamente es una gran película, sería una ordinariez citar una película de Dreyer como mala (ya lo dijo Pauline Kael: “Everything that son-of-a-bitch did was great”), pero está lejos de lo mejor del maestro. Pero demonios, los osos pesados de él son la cumbre del cine…

    De la etapa muda me gusta más Mikael y El amo de la casa, además claro de la Pasión. Pero todas son fundamentales. W

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  2. Hola, Woland:
    Con la excepción de "La pasión de Juana de Arco", cumbre ineludible de la historia del cine, la obra silente de Dreyer no es demasiado conocida, pese a que en ella encontramos un puñado de títulos magníficos. Aparte de la presente cinta y de las dos que tú has mencionado, me gustaría resaltar especialmente a "La mujer del párroco" (1920), que, bajo mi punto de vista, constituye la primera obra maestra del director danés.

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  3. Se nota que Dreyer nació ya viejo, sabio y maestro. Resignado y triste. Raro y solitario. ÚNICO. W

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  4. Estoy de acuerdo con lo que dices.

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  5. Que pasada Ricardo me ha encantado la descripción. Ahora estoy con cine clásico a todas horas me has dado una idea increíble. Perdona la tardanza en pasarme he estado superliado. Con decirte que ayer publiqué la primera crítica del año.

    Por cierto es Drive, la película que más me ha gustado el año pasado. Decisión discutible para tí aunque si que te gustó. Un abrazo amigo!!Espero verte algún día por aquí. Me voy a Dusseldorf.

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  6. Hola, Emilio:
    Me alegra que te haya gustado la entrada, sobre todo si te anima a ver esta magnífica película del maestro. Leí tu crítica de "Drive", muy buena por cierto. Si no te dejé nada escrito fue por no ir un poco a contracorriente, que luego uno se gana mala fama :). Efectivamente, me gustó, la incluí entre las diez mejores del año pasado, pero creo que se la está sobrevalorando en demasía. Es sólo mi opinión.
    Un abrazo.

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