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Diario de una camarera (Le journal d'une femme de chambre, 1964) de Luis Buñuel.


Francia, años 20. Celestine (Jeanne Moreau) es una doncella parisina que se traslada a la campiña para servir a una familia burguesa. Allí entrará en contacto con la deprimente realidad de la vida rural.


El genio de Calanda inauguró su etapa francesa con esta adaptación de la novela de Octave Mirbeau que ya había sido llevada a la gran pantalla por Jean Renoir en 1946. A pesar de no tratarse de una de sus obras maestras, Le journal d'une femme de chambre constituye un notable ejemplo del cine del autor de Viridiana, casi siempre obsesionado con la diferenciación clasista y con los vicios y perversiones de una burguesía decadente. A Buñuel le interesa diseccionar la sociedad francesa en el contexto de mayor auge político de la extrema derecha europea; buscando en el campo las raíces del odio y la violencia que años más tarde desembocarían en la Segunda Guerra Mundial. Algo similar a lo que recientemente hizo Michael Haneke en su laureada La cinta blanca (Das weisse Band - Eine deutsche Kindergeschichte), aunque de un modo más sutil y menos pretencioso que el director austríaco-alemán.  


Una estupenda Jeanne Moreau da vida a la sofisticada sirvienta que se convertirá en objeto de deseo de los hombres que la rodean: el vigoroso señor Monteil (Michel Piccoli), que tiene por costumbre embarazar a sus doncellas, pretende conseguir de ella los favores sexuales que su mujer, debido a una enfermedad, no le puede proporcionar; el anciano Rabour (Jean Ozenne), por su parte, no quiere que le sirva si antes no se ha enfundado unas sensuales botas para así saciar sus gustos fetichistas;  mientras que el señor Mauger (Daniel Ivernel), antiguo oficial del ejército convertido ahora en latoso vecino, desea que se case con él.

Como se puede ver, el director aragonés realiza un retrato estrambótico y pintoresco de la pasiva clase burguesa. No obstante, no se limita a arremeter contra los señores, sino que hace lo propio con los sirvientes, enfatizando así el carácter putrefacto de todos los estamentos sociales. En este sentido destaca el personaje de Joseph (Georges Géret), un ser contradictorio y despreciable, ultranacionalista católico capaz tanto de redactar panfletos políticos subversivos como de violar y asesinar a una niña. Y es que para Buñuel todos serán responsables del ascenso del ogro fascista en la vieja Europa. 


Formalmente hablando, el filme resulta impecable gracias a un magnífico trabajo de dirección y a una formidable fotografía en blanco y negro.

1 comentario:

  1. Una muy buena película, sí. Vaya sirvienta más ambigua. El peso lo lleva todo ella. Decide no regresar a París y volver a la casa cuando se entera de la violación y el asesinato de la niña, vale, pero no queda nada claro que lo que le interese sea desenmascarar al asesino: parece como si se quedara atraída por la maldad del hombre. La casa, atiborrada de cachivaches, contrasta con los exteriores, de los que Buñuel extrae pura poesía. El bosque es el de Caperucita Roja y el lobo feroz. Una película amarga con ganas, y para ver unas cuantas veces.

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